-foto-La Anaconda
La
anaconda es la serpiente mayor del mundo. Datos no comprobados
hacen llegar su longitud a los veinticinco metros; pero los
científicos dudan de que serpientes de ese tamaño puedan
existir realmente. La mayor
parte de los
herpetólogos están de acuerdo en que la serpiente más larga
que existe en el mundo es la pitón real de Asia, y la que le
sigue en longitud es la anaconda o "gran boa acuática"
de América del Sur. Pero todos los herpetólogos están también
de acuerdo en que la anaconda es una serpiente mayor, pues es
más gruesa que su congénere asiática: seis metros de
anaconda pesan más que ocho de pitón. Siete metros de
anaconda pesan más o menos lo mismo que nueve de pitón. De
cualquier modo, la anaconda es la más larga, más grande y más
pesada de las serpientes del Nuevo Mundo, y es el monstruo
supremo del Amazonas.
La
anaconda vive dentro del agua, lo que la ayuda a sobrellevar
su enorme estructura; pero también pasa mucho tiempo en
tierra y en los árboles. Puede permanecer bajo el agua
durante largos períodos y, algunas veces, duerme enroscada en
el fondo de un río o una poza. Como el cocodrilo, permanece
sumergida en el agua con sólo la cabeza afuera, hasta que un
incauto animal llega a beber a la orilla.
Alimentación
La
anaconda adulta vive de pájaros, venados, pequeños mamíferos
y cocodrilos. Una anaconda puede con toda facilidad engullir
un caimán de dos metros de largo. Esta serpiente liquida a
sus víctimas enroscándose alrededor de ellas y apretando los
anillos hasta que mueren. Este método de constricción no
sofoca a la víctima necesariamente; más bien, lo que
consigue es romperle el corazón por compresión. La serpiente
oye el latido cardiaco de su presa y, cuando se enrolla
alrededor del cuerpo de ésta, coordina sus apretones con el
bombeo del corazón de su víctima, apretando cada vez más
fuerte y más fuerte hasta que el corazón se debilita y la víctima
muere. Entonces la serpiente desarticula sus mandíbulas y
engulle. Mediante este proceso el hueso maxilar queda
desarticulado, sólo sostenido por una faja elástica, y la
serpiente puede engullir un trozo de carne mucho más grande
que el contorno de su pescuezo. Las contracciones musculares
digestivas son tan poderosas, que puede oírse cómo, dentro
de la serpiente, van siendo triturados los huesos de su presa.
El
proceso digestivo puede durar un mes entero. Lo ingerido por
el animal forma un bulto en su estómago, que destruye la
suavidad de sus líneas. Una vez que ha comido, se retira a
dormir y rara vez se mueve hasta que digiere lo que engulló y
vuelve a sentir hambre.
La
anaconda se encuentra muy a gusto en el fondo de los ríos. En
tierra la anaconda no es tan móvil como en el agua.
Transcurren dos minutos y medio antes de que una serpiente de
ocho metros saque fuera del agua sus ciento cincuenta kilos y
los arrastre a la playa. Estas serpientes, no son
venenosas y, al igual que todos los ofidios, son
animales poiquilotermos, es decir, que no regulan su
temperatura interna; ésta es la principal diferencia con las
aves y los mamíferos, que sí pueden realizar este proceso y
son llamados de "sangre caliente" Por esta razón,
las anacondas pasan varias horas al sol o a la sombra, de
acuerdo a la temperatura ambiente, para modificar su
temperatura corporal. En tiempos templados o fríos,
hibernan o se hallan en estado de letargo.
TÍTULO: EN PRIMER PLANO, COMO LOGRAR QUE TE CONTRATE EL JEFE MAS PODEROSO DEL PLANETA,.
- Eric Schmidt dirige una compañía valorada en más de 390.000 millones de dólares y con una plantilla de 45.000 empleados. Así que cuando ...foto,
En primer plano Cómo lograr que te contrate el jefe más poderoso del planeta
Eric Schmidt dirige una compañía valorada en más de 390.000 millones de dólares y con una plantilla de 45.000 empleados. Así que cuando escribe un manual para emprendedores y empleados sobre cómo triunfar, es bueno leerlo. Hablamos con el presidente de Google sobre las normas que él considera claves para montar una empresa y aprovechamos para pedirle trabajo...Quítese la corbata", dice Eric Schmidt. Está sentado en el extremo de una mesa en una sala de reuniones. Y hoy no lleva corbata. El presidente ejecutivo de Google lleva el cuello de la camisa desabotonado; nuestro hombre está abierto a todo. Jonathan Rosenberg, veterano directivo de Google, está sentado a su lado. Juntos han escrito How Google works, un manual para crear una compañía capaz de comerse el mundo y generar millones de dólares. Una vez preguntaron a Schmidt si los empleados de Google tenían que atenerse a alguna norma sobre la vestimenta. Schmidt contestó: «Sí. Tienen que llevar algo puesto». Al parecer, ese 'algo' no incluye las corbatas. Mientras me quito la que llevo puesta, me invita a mirar a los empleados, vestidos con camisetas y vaqueros. Según dice, esta relajada atmósfera hace que sean mucho más productivos. Pero el hecho es que nunca he visto a Schmidt vestido con algo que no sea un traje. «Es una cuestión tribal, por así decirlo. Yo tengo que llevar traje». Schmidt es el presidente de Google, un hombre a quien se calcula una fortuna personal de 9300 millones de dólares y que es consejero personal del presidente Obama. Desde su nombramiento como director ejecutivo de Google, en 2001 (a la presidencia accedió en 2011), Schmidt ha sido el rostro público de Google. Es celoso de su privacidad; varias veces, cuando le hago una pregunta personal, me dice que en la Red hay información sobre el asunto y que prefiere no comentarlo. ¿Cuántos años tiene, Eric? «Eso lo encontrarás en Internet», responde. No se puede confiar en todo lo que aparece en Google, observo. «Eric tiene 59 años. Y yo, 53», dice Rosenberg. «Cuando cumpliste los 50, montaste una fiesta estupenda», añade. Schmidt trata de cambiar de tema. Un momento, digo, ¿qué hicieron en esa fiesta? «Preparamos unos cupcakes en su honor», explica Rosenberg. «Con formas de azúcar que hacían alusión a aspectos divertidos de su personalidad».¿Qué 'dibujaron' en esas magdalenas? «Sus gafas, productos que habíamos hecho en Google...», contesta Rosenberg. ¿Nada más personal? «Recuerde que la nuestra es una compañía de científicos», zanja Schmidt. «No somos unos tipos tan interesantes». Las normas están para romperlas
Hasta los 46 años, Schmidt no era muy conocido fuera de Silicon Valley. Creció en Virginia; hijo de un profesor de Economía, estudió Informática en Berkeley, donde conoció a su mujer, Wendy. El matrimonio tiene dos hijas hoy adultas. Schmidt fue programador en los legendarios Bell Labs y ascendió en varias compañías informáticas. Y un día contactaron con él Page y Brin, dos licenciados de Stanford que dirigían un ambicioso proyecto empresarial y andaban buscando un consejero delegado para la nueva compañía.
«Pensaban que era importante conocer bien a la persona que buscaban», dice Schmidt. «De forma que pasaban un fin de semana en compañía del candidato de turno. Se iban a esquiar, a hacer surf o lo que fuera». Pero Schmidt no se prestó al asunto. «Les dije que no necesitaba irme al festival Burning Man con ellos. Que prefería quedar para cenar». Entonces, ¿no fue con ellos a Burning Man como parte del proceso para nombrar al consejero delegado, como tanto se ha contado en la prensa? «Yo ya había estado en ese festival muchas veces. Les dije que no me dieran más la lata con esas cosas, que estaba muy ocupado», responde. «Al final cenamos juntos y les escribí un memorando sobre la forma de dirigir una compañía que les gustó. También es verdad que desde entonces hemos asistido a Burning Man cada año. Estamos muy unidos». Inteligencia creativa
«Smart creative», 'inteligente creativo', son las palabras que más se repiten en su libro sobre la dirección de empresas. El inteligente creativo es el que sabe combinar el talento para la tecnología con la creatividad y la habilidad en los negocios. La recomendación de Schmidt es la de encontrar a personas así, contratarlas, proporcionarles comida gratis y establecer una «cultura divertida» que los lleve a dejarse la piel en el 'curro'. En las reuniones semanales de Google, llamadas Por fin ya es viernes, a los empleados se les dan unas palas rojas y verdes; se los anima a levantar las rojas si los directivos no están respondiendo adecuadamente a una pregunta. Los nuevos empleados o Nooglers están obligados a llevar unas gorrillas con unas hélices en lo alto. En verano, los céspedes de la sede de Google «parecen un campin para familias, donde los niños corren y sus padres cenan». Le digo que todo esto suena un poco a secta. «Al principio invitaba a mis amigos a venir», dice Schmidt. «Veían eso y no sabían bien qué pensar... Pero yo les decía que no se dejaran engañar por las apariencias, que esta era la gente más inteligente con la que había trabajado en la vida». Lo que no cuenta Google El libro habla de la importancia de retener a estas mentes prodigiosas, aunque sin hacer mención de las componendas aparentemente establecidas entre Apple, Google, Pixar y otros gigantes de Silicon Valley a fin de no competir entre sí para contratar a los programadores ajenos, circunstancia que llevó a la presentación de una demanda colectiva que ahora está siendo dirimida en los tribunales. En agosto, un juez describió a Schmidt como «figura clave» en todos estos manejos, junto con Steve Jobs. «Creo que haríamos mejor en no hablar sobre ese juicio, aunque sí puedo decirle que competimos duramente para hacernos con los profesionales más capacitados». También niega que Google extraiga información de nuestros correos electrónicos o que haya colaborado con la NSA para recoger y almacenar datos personales de los usuarios. Después de que las filtraciones de Edward Snowden dejaran claro que dicho organismo de inteligencia estaba reuniendo información a partir de los resultados aparecidos en Google, «fui con una delegación a hablar con el presidente de los Estados Unidos y le pedí que dejaran de hacer esas cosas. Gracias a Dios, al cabo de unos meses dejaron de hacerlas». Vaya. Ese tuvo que ser un auténtico encuentro en la cumbre. «Bueno, el hecho es que nos conocemos bastante». Una pregunta más. ¿Puede darme un empleo en Google? «Le haríamos una entrevista», responde Schmidt. «Le haríamos cinco entrevistas. En el curso de tales entrevistas, le pediría que me contara algo que yo no sé», agrega. ¿Qué puedo decirle? ¿Hay algo que Google no sepa?«La verdad es que Eric no tiene tanto poder», interviene Rosenberg. «No podría contratarlo a usted directamente, ni aunque quisiera. Tendría que dejar la decisión en manos de una comisión». Schmidt asiente con la cabeza. «He recomendado a muchos amigos y luego han sido rechazados», asegura. «No podría garantizarle nada». Los mandamientos de Schmidt para ganar mucho dinero y, además, pasarlo bien -Es mejor que la gente trabaje en la oficina
Trabajar desde casa, cosa que para muchos es la muestra definitiva de una buena cultura empresarial, constituye un problema. Si uno trabaja desde casa, no se producen encuentros personales. Las oficinas tendrían que estar diseñadas para maximizar la energía y las interacciones, no el aislamiento y el estatus. -El desorden es una virtud
El desorden suele ser un producto residual de la innovación y la expresión personal. Su eliminación puede tener unos efectos sorprendentemente negativos. -No hay que hacerle caso al 'QMC'
Esto es, no que hay hacer caso de la opinión del 'Que Más Cobra'. A la hora de tomar decisiones, el nivel salarial es irrelevante y la experiencia tan solo tiene valor si sirve para enmarcar un argumento convincente. Llamamos 'antiguocracias' a las empresas en las que la experiencia es el argumento definitivo. -La norma 'de las dos pizzas'
Las empresas tienen que basarse en pequeños grupos de trabajo. Jeff Bezos, el jefazo de Amazon, se atiene a la norma 'de las dos pizzas'. Un equipo de trabajo tiene que ser lo bastante pequeño como para poder alimentarse con un par de pizzas. Los equipos pequeños hacen más cosas y pierden menos tiempo. Son como las familias: pueden discutir y pelearse, pero suelen mantenerse unidos en el momento de la verdad. -Organice la compañía en torno a las personas que ejercen mayor impacto
Determine qué personas son las que ejercen mayor impacto y estructure todo a su alrededor. Decida quién va a dirigir la compañía basándose en el rendimiento personal, y no por la función que desempeñan o por su experiencia. Identifíquelos y deles más cosas que hacer. -Preste apoyo a los divos
Si sus aportaciones están al nivel de sus egos, los divos merecen ser tolerados y hasta protegidos. Las grandes personas muchas veces son extrañas y difíciles. Hay que apoyar a los divos siempre que sus logros estén por encima de los daños colaterales provocados por su carácter. -Saturados de trabajo, pero bien
El equilibrio entre el trabajo y la vida personal es otro concepto asociado a las prácticas directivas supuestamente 'buenas' que puede resultar insultante para los empleados más dedicados. La propia frase forma parte del problema: para muchas personas, el trabajo es una parte importante de la vida personal. Si es usted un directivo, su responsabilidad es que el trabajo resulte gratificante, no la de que sus empleados disfruten de una semana laboral de 40 horas. -Diversión... o no
Una buena nueva empresa, un buen proyecto tiene que ser divertido. Gran parte de esa diversión tiene que ver con las risas, las bromas y el disfrute con los colegas de trabajo. La mayoría de las empresas se esfuerzan en la Diversión con mayúscula. Del tipo: este viernes se celebra una fiesta o la cena anual de la empresa... Diversión garantizada. Pero el problema de estos eventos es que no son divertidos en absoluto. -Tome las decisiones a partir de los datos
En Google empezamos las reuniones ofreciendo datos a los demás. No tratamos de convencerlos diciendo «creo que...». Los convencemos diciendo «fíjense en esto». -Establezca una cultura del 'SÍ'
Las compañías recurren a elaboradas estrategias para decir que 'no': hay que conseguir la aprobación de los superiores, organizar una reunión tras otra... El 'no' viene a ser una pequeña muerte para los creativos brillantes. El 'no' es indicio de que la compañía ha perdido el empuje inicial. -Pero... cuidado con decir siempre que Sí
El hecho de conseguir que todos digan que sí no implica que haya conseguido llegar a un acuerdo; lo que implica es que está tratando con un hatajo de servilones. El conflicto es necesario para decidirse por la mejor idea. -No haga lo mismo que la competencia
Esta fijación acostumbra a degenerar en una interminable espiral descendiente a la mediocridad. Nada es tan estimulante como un competidor. Pero si centra usted toda la atención en su competidor, al final no creará producto alguno que resulte innovador. -Lo más importante es contratar a las personas indicadas
Una plantilla laboral formada por magníficos individuos no tan solo hace un trabajo estupendo, sino que también atrae a otros magníficos individuos. -Despedir a un empleado es un asco
Hay personas que, de hecho, disfrutan a la hora de despedir a alguien. Cuidado con ellas. Los despidos constantes generan una cultura del miedo llamada a fracasar, y eso de «al que no sirve lo despido al momento» es un pretexto para no dedicar más tiempo a los adecuados procesos de contratación.
TÍTULO: A FONDO, NO EN NUESTRO NOMBRE,.
En nuestro
país viven casi dos millones de musulmanes. La mayoría están hartos de
que se los asocie con el radicalismo de grupos como Al ...foto,.
Musulmanes en España. No en nuestro nombre
En nuestro país viven casi dos millones
de musulmanes. La mayoría están hartos de que se los asocie con el
radicalismo de grupos como Al Qaeda y, ahora, el Estado Islámico. Para
ellos, nada tienen que ver con su fe: son terroristas que usan el nombre
de Alá. Estas son sus voces.
Viene mucha gente a preguntarme:
'¿Qué está pasando, Rachid?', '¿por qué decapitan a cooperantes y
periodistas?', '¿por qué persiguen a las minorías religiosas?' Yo les
explico que esos bárbaros han secuestrado la palabra Islam. Lo digo muy
claro: son gentuza».
Rachid Mohyi trabaja en la biblioteca
regional de Murcia y llegó hace 15 años a España. «En el Magreb ni
siquiera se usa la expresión Estado Islámico, se habla de Daesh para
referirse a esa zona de Siria e Irak. Pues bien, las
organizaciones terroristas también están amenazando a los medios árabes
que usan la palabra Daesh», afirma. Conclusión: a ojos de los fanáticos,
todos son enemigos; da igual que sean occidentales, cristianos o
musulmanes pacíficos, que son la inmensa mayoría.Rachid vive su religión intensamente. «Rezo cinco veces al día, voy a la mezquita, cumplo el ramadán». Llegó a España en 1999 con su licenciatura de Letras bajo el brazo. Estudió el doctorado en Granada y encontró trabajo en Murcia. Ha sido intérprete en un hospital, empleado en una caja de ahorros, crupier en un casino, administrativo en una empresa de trabajo temporal y, ahora, bibliotecario. En estos 15 años ha sido testigo de la transformación de la sociedad española, destino de acogida de inmigrantes y, desde la crisis, tierra de éxodo.
Ha habido momentos difíciles en los que se ha puesto a prueba la convivencia: los sucesos de El Ejido (2000), el incidente de la isla de Perejil (2002), los atentados del 11-M (2004), la controversia sobre el velo y, ahora, la proclamación de un califato que, entre otras quimeras, pretende recuperar los territorios de al-Ándalus... «Pero en España siempre me he sentido respetado, salvo algún caso excepcional. Por ejemplo, no me dieron llave en la sucursal bancaria donde trabajé en Mazarrón (era el único empleado sin llave) y, cuando llegaba el primero, tenía prohibido esperar en el cajero, aunque lloviese o hiciese frío, para no asustar a los clientes. Pero lo considero una anécdota. Me casé con mi novia, marroquí, de la universidad y tengo cuatro hijos. Aquí he sacado adelante a mi familia. Cuando nacieron las mellizas, mis amigos y compañeros de trabajo españoles me regalaron casi 3000 euros en metálico. Mis padres me dicen, asombrados: '¡Hay que ver cuánto te quieren!'. Y es verdad, me siento querido».
En España viven 1.732.000 musulmanes (el 3,6 por ciento de la población); 1.163.000 son extranjeros y la gran mayoría unos 800.000 procede de Marruecos. Las comunidades con mayor presencia islámica son Cataluña, Andalucía, Madrid, Valencia y Murcia, además de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Se reprocha a las asociaciones musulmanas que no hayan sido más contundentes a la hora de denunciar la limpieza étnica y religiosa desatada por los yihadistas en Oriente Próximo. Por ejemplo, la Comisión Islámica de España, que es la más importante, no había publicado al cierre de este reportaje ningún comunicado oficial de condena. Dirigentes de varias asociaciones argumentan que sí que han hecho declaraciones de rechazo cuando algún periodista les ha preguntado. Y se quejan de que lo que pasa es que a algunos medios parece interesarles poco lo que puedan decir.
En otros países ha habido alguna que otra huelga de hambre simbólica, una fetua edicto de un imán británico que ha advertido de que es pecado unirse al Estado Islámico y cierta presencia a título individual en manifestaciones, vigilias y actos multirreligiosos. Pero también se echa de menos una voz clara, unánime y tajante. Esta tibieza oficial no es compartida por millones de ciudadanos musulmanes que no se sienten representados y han empezado a movilizarse con campañas en las redes sociales. A falta de una proclama de las jerarquías, el hashtag #NotInMyName ('No en mi nombre') ha sacudido Twitter y YouTube y se ha convertido en trending topic.
Lo que dicen las encuestas sobre los musulmanes en España es que se trata de una comunidad muy integrada: el 83 por ciento se considera adaptado a las costumbres del país y un 67 por ciento declara sentirse a gusto. En cuanto a la islamofobia, un 36 por ciento considera que existe una actitud de recelo hacia ellos, porcentaje menor que en otros países como Francia y los Estados Unidos. El Ministerio de Justicia encargó un estudio que cifró en un cuatro o un cinco por ciento la población musulmana española que tiene opiniones radicales. Era 2010; desde entonces, no se han hecho más muestreos con suficiente peso estadístico.
¿Se ha producido una radicalización en estos últimos años? Es discutible. Hay, eso sí, cierto desencanto tras las esperanzas frustradas de la Primavera Árabe y mucho paro juvenil, lo que facilita la labor de los reclutadores. Otro problema es que se han hecho fuertes en una región petrolífera y eso podría financiar el terrorismo durante años. Y hay quien reprocha a Occidente una doble moral. «Los usaron, dice Mohyi, para frenar a Irán, como antes a Al Qaeda para frenar a la URSS. Y ahora se les han ido de las manos».
-Ferdaos El Ouahabi: "No se puede matar a nadie en nombre de un dios"
«El Estado Islámico (EI) no es el islam. Quien mata en nombre de Alá no sabe nada ni del islam ni del Corán afirma esta hispanomarroquí de 21 años que estudia tercero de Enfermería. La palabra 'islam' proviene de sallahm, que significa 'paz'. El islam predica la concordia y defiende a los ancianos, a las mujeres y a los niños. El EI no es más que un grupo terrorista que se ha adueñado del nombre de Alá. Y los medios tienen parte de culpa por asociar islam y violencia. Es injusto. El islam es una religión pacifista. Solo se puede conseguir algo duradero con la palabra, porque toda vida es sagrada. Nadie tiene derecho a matar a nadie ni en nombre de uno mismo ni en nombre de ningún dios».
-Rachid Mohyi: "El islam no justifica ni promueve esas barbaridades"
«Esos terroristas asocian la palabra 'islam' a unas barbaridades que el islam no justifica ni promueve. Yo soy una persona religiosa, incluso tengo un cuartito para rezar en la Biblioteca Regional de Murcia, donde trabajo desde hace siete años. Soy de un pueblo de la provincia de Nador (Marruecos) y tengo 41 años. Llegué a España en 1999 para hacer el doctorado de Filología Inglesa en Granada. Aquí, me siento respetado».
-Zinar Ala: "El islam necesita un Concilio Vaticano II"
Nacido
en Alepo (Siria) hace 38 años, dejó su país hace nueve tras pasar 75
días preso por celebrar la fiesta nacional kurda. «Los kurdos necesitan
más apoyo. Son la última barrera para el avance del EI hacia Europa
afirma este miembro de Amnistia Internacional. La única manera de acabar
con el radicalismo es una sólida educación en las escuelas. El islam
necesita un Concilio Vaticano II, una renovación. Más que acabar con el
EI, hay que acabar con la ideología que lo sustenta».
-Riay Tatari: "No dudaría en denunciar a un yihadista"
«La
esencia del islam es el respeto a otras confesiones. Un católico es un
hermano mío», asegura este médico, nacido en Damasco hace 66 años, que
preside la Unión de Comunidades Islámicas de España y ayudó a elaborar
la Ley de Libertad Religiosa. «Es doloroso que nos vean como
terroristas, porque los primeros opuestos al EI somos los musulmanes
reclama Tatari. Si en este templo supiera de algún yihadista, lo
denunciaría sin dudarlo».
-Vian Majeed Faraj: "Nadie habla de las mujeres kurdas secuestradas por el EI"
Esta
kurda iraquí nacida en Suleimaniya hace 37 años es licenciada en
Matemáticas y lleva seis meses en España haciendo un máster. «El
radicalismo islámico no estaría donde está sin el apoyo de países como
Arabia Saudí denuncia. Y nadie habla de las 2500 kurdas yazidíes
secuestradas por el EI. Su destino es atroz: serán vendidas a los
fundamentalistas o las obligarán a casarse con muyahidines si quieren
salvar la vida».
-Kenza Ourahou: "La religión es solo una excusa para alcanzar el poder"
A sus 51 años, esta ama de casa marroquí lleva 40 viviendo en España.
«Contemplo con horror lo que pasa en Oriente Próximo. Pienso que estamos
asistiendo al principio del fin del mundo». Kenza cree que, para el EI,
«la religión es una excusa para alcanzar el poder. Hay 120 estudiosos
del islam que han escrito a su líder, Al Baghdadi, para refutar con
argumentos teológicos la interpretación que este fanático hace del
islam».
-Souhail Slimani: "Las creencias no se imponen por la fuerza"
«Cuando
veo esas atrocidades, siento vergüenza. Mi abuelo fue juez, experto en
la sharía, la ley islámica, y nos enseñó que las creencias no se pueden
imponer por la fuerza», explica este marroquí de Tánger que llegó a
España en el año 2000 y en cuya familia la religión dista mucho de ser
algo que separa. «Mi hermano y su mujer, española, han bautizado a su
hija. Mi madre no lleva velo, aunque mi hermana sí. Yo mismo comparto
piso con un cristiano».
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