Transformers 4″ supera ya los mil millones de dólares en taquilla,.-foto
“Transformers: Age of Extinction”, la cuarta entrega de la exitosa saga de robots gigantes, se convirtió el pasado fin de semana en la primera película que logra superar este año la cifra de mil millones de euros en la taquilla mundial, informa “Variety”.
Dirigida por Michael Bay y con Steven Spielberg como productor ejecutivo, se trata de la segunda película de la saga que bate la redonda cifra tras “Transformers: Dark of the Moon” (2009). Concretamente, recaudó 763,8 millones en el mercado internacional y 241,2 en el local.
Según “Variety”, el éxito de “Age of Extinction” se debe principalmente a su acogido récord en China, donde la película que protagoniza Mark Wahlberg (“Lone Survivor”) lleva más de 300 millones de dólares cosechados. Todo un hito en el segundo mercado cinematográfico mundial.
En esta cuarta entrega, Wahlberg sustituye a Shia LaBeouf como Cade Yeager, un mecánico inventor que acaba dando con el mismísimo líder de los Autobots. Parte de la película se rodó además en China para resultar más atractiva al público del gigante asiático.
La noticia saltó el pasado 5 de abril en las afueras de la ciudad china de Dongguan, donde el 80% de sus 8,3 millones de habitantes son ..foto
La noticia saltó el pasado 5 de abril en las afueras de la ciudad china de Dongguan, donde el 80% de sus 8,3 millones de habitantes son emigrantes rurales que han buscado un futuro mejor sobre el asfalto. Situada en la sureña provincia manufacturera de Guangdong, la principal fábrica de Yue Yuen, una subcontrata taiwanesa del sector del calzado que afirma ser el principal productor de zapatos del mundo, se vio afectada por una de las mayores huelgas jamás protagonizadas por los trabajadores chinos. Y el mundo se sorprendió.
La información llegó a las portadas de los principales medios de comunicación del planeta porque entre los afectados por el paro se encontraban multinacionales de la talla de Nike o Adidas, pero lo cierto es que el caso de Yue Yuen es sólo uno de muchos. Los trabajadores chinos han aprendido a gritar ¡basta!... y le han cogido gusto. Según el grupo pro derechos laborales China Labour Bulletin, entre junio de 2011 y diciembre de 2013 se registraron en el país un total de 1.171 manifestaciones laborales y huelgas. Y el número aumenta de forma exponencial: en la provincia de Guangdong se llevaron a cabo 319 protestas -entre ellas, varios paros- sólo en los primeros cuatro meses de este año.
En el paradigmático caso de Yue Yuen, la bomba estalló cuando se jubilaron varios de sus empleados. Descubrieron entonces que la compañía había cotizado al sistema nacional de pensiones por el salario mínimo, pero no por el total del sueldo que percibían. Así, su tan esperado retiro dorado quedaba reducido a un mísero pago de menos de 400 yuanes (48 euros) al mes, insuficiente a todas luces para sobrevivir en la China del siglo XXI. Poco a poco, los 40.000 trabajadores de la fábrica se enteraron de la desagradable jugada y, por eso, el 14 de abril decidieron retar a la ley que prohíbe las huelgas y decretaron una indefinida.
Sus demandas ya no se restringían al pago de las cotizaciones: yaincluían otros tipos de beneficios laborales, así como aumentos salariales. El Gobierno respondió con una de cal y otra de arena: dispersó a los manifestantes a porrazos y decretó una censura total sobre el caso para evitar que el ejemplo se propagara. Pero, eso sí,obligó a la empresa a negociar con los representantes sindicalesque, a su vez, están bajo el estricto control del Partido Comunista. Así, todo quedaba 'en casa'.
Aparentemente, Yue Yuen paga las cotizaciones que corresponden a cada trabajador desde el 1 de mayo, pero no se sabe si los huelguistas han logrado el resto de sus objetivos. Lo que sí han conseguido es dejar clara su fuerza: algunas marcas comenzaron a trasladar sus pedidos a otras empresas poco después del estallido del conflicto, y las acciones de la compañía sufrieron en la Bolsa.
Demasiada rotación
El problema, apuntan varios empresarios españoles que han hablado con este diario bajo el anonimato, está en la elevadísima rotación del personal -en algunos casos alcanza el 100%-, la creciente falta de mano de obra, sobre todo cualificada y joven, y las elevadas aspiraciones de los trabajadores. "La mayoría exige aumentos salariales de entre el 10% y el 20% anual, y muchos no dudan en marcharse si la competencia les ofrece sólo un 5% más que tú", confiesan con cierta resignación.
Fidelizar a los trabajadores es cada vez más difícil, algo que supone "un grave lastre para la competitividad de los fabricantes extranjeros en China y de las propias empresas locales", afirma el gerente de una empresa española que fabrica componentes de automoción. "Por eso,muchos están abandonando China o incluyendo otros países en su estrategia de internacionalización".
Esta nueva coyuntura, en la que un yuan -la divisa china- fuerte afecta, sobre todo, a las manufacturas de menor valor añadido, se ha convertido en un cóctel que, en ocasiones, termina incluso en violencia. "La mayor parte de las huelgas son breves y se resuelven tras mucha tensión. Se han dado casos en los que incluso el gerente ha sido retenido en la fábrica a la fuerza hasta que ha accedido a las demandas de los trabajadores, y los sabotajes tampoco son algo inusual. En demasiadas ocasiones, los empleados utilizan tácticas mafiosas para lograr sus objetivos, y tanto la Policía como el Gobierno presionan para que mejoren sus condiciones laborales", cuenta con enfado este empresario.
No obstante, los trabajadores sostienen que sus salarios apenas les permiten sobrevivir con dignidad por culpa de la inflación. "Trabajamos jornadas de hasta 60 horas semanales para poder cobrar un extra y que nos quede algo de dinero para enviar a la familia", cuenta Wu Xing, un hombre originario de la provincia de Sichuan que trabaja en una fábrica textil de Zhejiang, a más de 2.000 kilómetros de distancia.
"Incluso sin descansar ni un día a la semana, es difícil llegar a los 2.500 yuanes mensuales (algo más de 300 euros, casi 10 veces el salario mínimo en Bangladesh). Con lo caro que es ahora todo, muchos nos sentimos esclavos". Por eso, hace un par de meses, Wu fue uno de los muchos que se plantaron y no fueron a trabajar. La empresa calmó los ánimos con un aumento salarial del 7%. "Nosotros también queremos disfrutar del auge de China", se justifica.
La clave está en el valor añadido
La fábrica que la marca de móviles china ZTE tiene en Shenzhen desafía la imagen que el mundo tiene de la producción industrial en el gigante asiático. Todos sus empleados cobran muy por encima del salario mínimo, gozan de dormitorios cómodos y de instalaciones de recreo envidiables. Asimismo, tienen garantizado un día de asueto a la semana, y pueden echar una siesta de 30 minutos cada tarde en sus puestos de trabajo.
"Para resultar competitivos sólo hay una salida: la innovación y el aumento del valor añadido de nuestros productos", explica Hou Wenwen, el principal responsable de la planta. "La alta rotación del personal supone un gran costo, y creemos que mejorar las condiciones laborales nos resulta más rentable que estar formando continuamente a los trabajadores".
Sin duda, el sector tecnológico es uno de los que mejor reflejan el vuelco que viven las manufacturas chinas. "La copia de lo que inventan japoneses y occidentales ya no es suficiente", advierte. "El aumento del nivel de vida de la población -añade- es una buena noticia que nos impulsa a dar un paso más en la escala del valor añadido".
Las estadísticas dejan en evidencia que lo están consiguiendo: aunque el volumen de exportaciones cae constantemente, su valor también aumenta. "El Gobierno está incentivando que las empresas sigan el mismo camino que recorrieron antes Japón, Corea del Sur, o Taiwán. Y esa es realmente una buena idea", sentencia Hou.
La información llegó a las portadas de los principales medios de comunicación del planeta porque entre los afectados por el paro se encontraban multinacionales de la talla de Nike o Adidas, pero lo cierto es que el caso de Yue Yuen es sólo uno de muchos. Los trabajadores chinos han aprendido a gritar ¡basta!... y le han cogido gusto. Según el grupo pro derechos laborales China Labour Bulletin, entre junio de 2011 y diciembre de 2013 se registraron en el país un total de 1.171 manifestaciones laborales y huelgas. Y el número aumenta de forma exponencial: en la provincia de Guangdong se llevaron a cabo 319 protestas -entre ellas, varios paros- sólo en los primeros cuatro meses de este año.
En el paradigmático caso de Yue Yuen, la bomba estalló cuando se jubilaron varios de sus empleados. Descubrieron entonces que la compañía había cotizado al sistema nacional de pensiones por el salario mínimo, pero no por el total del sueldo que percibían. Así, su tan esperado retiro dorado quedaba reducido a un mísero pago de menos de 400 yuanes (48 euros) al mes, insuficiente a todas luces para sobrevivir en la China del siglo XXI. Poco a poco, los 40.000 trabajadores de la fábrica se enteraron de la desagradable jugada y, por eso, el 14 de abril decidieron retar a la ley que prohíbe las huelgas y decretaron una indefinida.
Sus demandas ya no se restringían al pago de las cotizaciones: yaincluían otros tipos de beneficios laborales, así como aumentos salariales. El Gobierno respondió con una de cal y otra de arena: dispersó a los manifestantes a porrazos y decretó una censura total sobre el caso para evitar que el ejemplo se propagara. Pero, eso sí,obligó a la empresa a negociar con los representantes sindicalesque, a su vez, están bajo el estricto control del Partido Comunista. Así, todo quedaba 'en casa'.
Aparentemente, Yue Yuen paga las cotizaciones que corresponden a cada trabajador desde el 1 de mayo, pero no se sabe si los huelguistas han logrado el resto de sus objetivos. Lo que sí han conseguido es dejar clara su fuerza: algunas marcas comenzaron a trasladar sus pedidos a otras empresas poco después del estallido del conflicto, y las acciones de la compañía sufrieron en la Bolsa.
Demasiada rotación
El problema, apuntan varios empresarios españoles que han hablado con este diario bajo el anonimato, está en la elevadísima rotación del personal -en algunos casos alcanza el 100%-, la creciente falta de mano de obra, sobre todo cualificada y joven, y las elevadas aspiraciones de los trabajadores. "La mayoría exige aumentos salariales de entre el 10% y el 20% anual, y muchos no dudan en marcharse si la competencia les ofrece sólo un 5% más que tú", confiesan con cierta resignación.
Fidelizar a los trabajadores es cada vez más difícil, algo que supone "un grave lastre para la competitividad de los fabricantes extranjeros en China y de las propias empresas locales", afirma el gerente de una empresa española que fabrica componentes de automoción. "Por eso,muchos están abandonando China o incluyendo otros países en su estrategia de internacionalización".
Esta nueva coyuntura, en la que un yuan -la divisa china- fuerte afecta, sobre todo, a las manufacturas de menor valor añadido, se ha convertido en un cóctel que, en ocasiones, termina incluso en violencia. "La mayor parte de las huelgas son breves y se resuelven tras mucha tensión. Se han dado casos en los que incluso el gerente ha sido retenido en la fábrica a la fuerza hasta que ha accedido a las demandas de los trabajadores, y los sabotajes tampoco son algo inusual. En demasiadas ocasiones, los empleados utilizan tácticas mafiosas para lograr sus objetivos, y tanto la Policía como el Gobierno presionan para que mejoren sus condiciones laborales", cuenta con enfado este empresario.
No obstante, los trabajadores sostienen que sus salarios apenas les permiten sobrevivir con dignidad por culpa de la inflación. "Trabajamos jornadas de hasta 60 horas semanales para poder cobrar un extra y que nos quede algo de dinero para enviar a la familia", cuenta Wu Xing, un hombre originario de la provincia de Sichuan que trabaja en una fábrica textil de Zhejiang, a más de 2.000 kilómetros de distancia.
"Incluso sin descansar ni un día a la semana, es difícil llegar a los 2.500 yuanes mensuales (algo más de 300 euros, casi 10 veces el salario mínimo en Bangladesh). Con lo caro que es ahora todo, muchos nos sentimos esclavos". Por eso, hace un par de meses, Wu fue uno de los muchos que se plantaron y no fueron a trabajar. La empresa calmó los ánimos con un aumento salarial del 7%. "Nosotros también queremos disfrutar del auge de China", se justifica.
La clave está en el valor añadido
La fábrica que la marca de móviles china ZTE tiene en Shenzhen desafía la imagen que el mundo tiene de la producción industrial en el gigante asiático. Todos sus empleados cobran muy por encima del salario mínimo, gozan de dormitorios cómodos y de instalaciones de recreo envidiables. Asimismo, tienen garantizado un día de asueto a la semana, y pueden echar una siesta de 30 minutos cada tarde en sus puestos de trabajo.
"Para resultar competitivos sólo hay una salida: la innovación y el aumento del valor añadido de nuestros productos", explica Hou Wenwen, el principal responsable de la planta. "La alta rotación del personal supone un gran costo, y creemos que mejorar las condiciones laborales nos resulta más rentable que estar formando continuamente a los trabajadores".
Sin duda, el sector tecnológico es uno de los que mejor reflejan el vuelco que viven las manufacturas chinas. "La copia de lo que inventan japoneses y occidentales ya no es suficiente", advierte. "El aumento del nivel de vida de la población -añade- es una buena noticia que nos impulsa a dar un paso más en la escala del valor añadido".
Las estadísticas dejan en evidencia que lo están consiguiendo: aunque el volumen de exportaciones cae constantemente, su valor también aumenta. "El Gobierno está incentivando que las empresas sigan el mismo camino que recorrieron antes Japón, Corea del Sur, o Taiwán. Y esa es realmente una buena idea", sentencia Hou.
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