A QUEMARROPA
FERNANDO ÓNEGA-FOTO
Probablemente Antonio García Trevijano, que fue de los conspiradores de la primera fase de la Transición.
¿Y un malo que no lo es tanto?
Cristóbal Montoro tiene a veces gestos de inmensa maldad, pero es un hombre que tiene corazón, aunque nos meta la mano en la cartera... a algunos con inmensa crueldad.
Ha escrito un libro sobre Adolfo Suárez ('Puedo prometer y prometo'). ¿Qué le preguntaría hoy?
¿Por qué dimitió? Por perder la confianza del Rey, por el acoso de la opinión pública y publicada, por el acoso de los militares y de los partidos de la oposición... Se pueden crear hermosas teorías.
¿Y cuál es la suya?
Creo que había tal opresión... Se veía venir el golpe de Estado. La frase de su dimisión en la que decía que no quería ser un paréntesis fue la clave. Pensé en la teoría de la pérdida de confianza del Rey, pero me lo negó él personalmente, y yo le creo.
¿Confía en Juan Carlos I?
Efectivamente. Y confío también en Felipe VI, aunque sea una confianza por adelantado. Felipe VI no tiene nada que ver con su padre.
¿En qué sentido?
Don Juan Carlos siempre tuvo fama real de campechano, de ganarse a la gente por la proximidad. Él siempre fue la risa, pero el Rey es mucho más serio que su padre. Nunca entra por la vía de la broma. Son dos personas muy distintas. Confío en los dos. Al padre, con sus defectos, lo sigo considerando el mejor Rey de la historia de España. Tal vez se haya excedido en esa capacidad de diversión, pero me parece injusto que una cacería a destiempo y un amorío no reconocido sirvan para dar una imagen histórica de sus 40 años de reinado. Todos dicen que fue una figura clave en la Transición, pero después, ¿qué pasa, que no hizo nada? Ahora estoy trabajando en un libro sobre eso.
Adolfo Suárez le encargaba los discursos. ¿Cómo se le ocurrió la frase 'Puedo prometer y prometo'?
Estábamos en un despacho Suárez, Gutiérrez Mellado y yo el 13 de junio de 1977. Suárez estaba preocupado con transmitir que estaba en condiciones de cumplir lo que prometía. Yo solo le puse música a esa idea.
¿Y cuál es su coletilla?
No lo sé. Sé lo que me dicen a mí: 'Papá, eso lo has contado ya diez veces'. Normalmente han sido solo dos o tres.
¿La última promesa que ha hecho?
Las promesas me las hago a mí mismo. La última fue cuando era director general de Onda Cero. Dije: 'Nunca más mando en tropa ni mando en presupuesto'.
¿Le gustaría, como dijo García Márquez, ir ascendiendo en diversos puestos en la redacción hasta llegar a ser reportero?
Reportero es mi profesión frustrada. Iba a serlo, hasta que con 20 años en el diario 'Arriba', Manuel Blanco me dijo: 'Mañana escribes una columna'.
¿También quiso ser poeta?
He escrito poesía, como tanta gente, pero no me gusta morirme de hambre. Mi verdadera vocación frustrada es ser labrador. Pasé del arado romano en mi pueblo (Mosteiro, Lugo) a la máquina de escribir sin solución de continuidad. Me crié en la aldea gallega con cuatro vacas. Estudié la carrera gracias a una de ellas, que se llamaba 'Gitana', que daba 30 litros de leche al día y que ordeñaba mi madre a las cuatro de la mañana. Gracias a ella y a una beca de estudios. Seré agricultor cuando me jubile. Aunque bien visto, no me quiero jubilar.
¿Cuál es su lujo más caro?
Tengo una casa con un terreno en Madrid, que es suficiente para dejarte la cuenta corriente bailando entre el negro y el rojo.
¿Cómo es su verano? No da el aspecto de ejercer de guapo de playa.
Ahora estoy en un hotel de Sancti Petri, en Chiclana de la Frontera (Cádiz). Me levanto a las cinco y media y me dejan una zona para escribir antes de que se active el hotel, a las ocho y media de la mañana. No bajo a la playa.
¿Qué ha leído?
Cosas del Rey, nada más. Por primera vez no me he traído aparato de radio. No he comprado un solo periódico ni he visto un solo informativo. Veo a veces internet para saber, como mucho, lo de Pujol.
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