* Con tu pareja
Durante las vacaciones
Quizá es el buen tiempo, o el hecho de andar con menos
ropa. El caso es que la sensualidad y la intimidad renacen.
Sí, hablamos de la vida sexual –tan abandonada, pobre,
durante el año–, pero también de
algo tan esencial para una
pareja como una conversación sin prisas, una cena a solas
y sin interrupciones, o un debate sobre algo que no sean los
niños o las tareas domésticas.
A la vuelta
Sí, ya lo sabemos: la rutina es demoledora. Pero la única
manera de no dejarse destruir por su apisonadora es ponerle
límites. Hasta en la vida sexual y de pareja, la disciplina es
importante: reservaos una tarde o una mañana juntos cada
semana. Sea para el sexo o simplemente para charlar, pasear
o ver vuestra serie favorita,
descubrirás que esa minidosis es
mano de santo. La complicidad llama a la complicidad.
Una ayuda
El buen amor en la pareja, de Joan
Garriga (Destino), te ayudará a ver
esas cosas grandes y pequeñas
que convierten a dos personas en
una pareja y no solo en padres o
gestores del hogar.
* Con tus hijos
Durante las vacaciones
Los primeros días tal vez cueste adaptarse a estar todos
juntos las 24 horas del día.
Es necesario tomarse unos días
para “aterrizar”. Pero luego los niños se sienten libres, la
esclavitud del horario desaparece y no hay obligaciones...
salvo elegir lo que más nos apetece. Y ellos lo notan: tu estás
relajada y ellos, sin tele, sin consolas, sin “mamá-me-aburro”
o “cómprame”. Les basta lo de toda la vida: correr, nadar,
imaginar... y sentir que papá y mamá están de buen humor.
Intentemos llevarnos a casa aunque solo sea un trocito de
eso que llaman “armonía familiar”.
A la vuelta
El retorno es feroz: colegio-casa-cena-cama, y siempre
corriendo porque todos llegamos tarde. Parece que los niños
se han especializado en decir sí cuando tú dices no, en tardar
horas en meterse en la ducha o en dejarlo todo tirado. Casi
estás convencida de que lo hacen para fastidiarte. Pero no:
así es como crecen, diciendo “no”. Además, ellos también
acusan el estrés y la falta de comunicación. Por eso, reserva
un rato al día para hablar con tus hijos, preguntarles por sus
cosas y reírte con lo que te cuentan.
La cena debería ser
sagrada: en familia, sin televisión y sin prisas en la mesa.
¿Por qué no pones en práctica, una vez a la semana, “la hora
de los abrazos”? Es solo un juego, pero verás cómo os quita
los nervios, os hace reír y hace que os sintáis una familia y no
solo una tribu atrapada en la vorágine diaria.
Una ayuda
Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo
escuchar para que sus hijos le hablen, de las psicólogas
Adele Faber y Elaine Mazlish (Medici). Es todo un clásico de
la educación en positivo, redactado
de forma amena, sencilla y práctica
y, sobre todo, con mucho sentido
del humor y unas divertidas
ilustraciones para acompañar.
La educación emocional, al fin
y al cabo, consiste en elegir las
palabras adecuadas.
* En el deporte
Durante las vacaciones
Nadar, pasear por la playa,
excursiones un día sí y otro
también... No hace falta ir
al gimnasio: caminar por la
arena todas las mañanas y
darse largos baños en el mar
son la mejor medicina para
que te sientas exultante,
flexible y fortalecida. Hasta
más joven y más guapa,
claro que sí. El secreto es
sencillo: la vida al aire libre
nos retrotrae a la libertad
de la niñez.
En invierno todo
cambia, pero quizá no es tan
difícil como piensas conservarte en
forma sin ir al gimnasio... y llevarte
contigo ese pedacito de verano.
A la vuelta
Es lo último entre las celebrities y los
expertos en salud y adelgazamiento.
Nada de correr: la clave está en
caminar. Es fácil, barato y cómodo.
Solo necesitas unas
buenas zapatillas con cámara de aire para amortiguar
adecuadamente tus pasos y ¡adelante! No hay excusas que
valgan. Una hora al día, a buen ritmo, moviendo los brazos y
respirando acompasadamente basta para mantener la forma
y el peso, tonificar los músculos, y mover las articulaciones
sin forzarlas. Los
beneficios son
múltiples, según los
expertos: para el
colesterol, la presión
arterial, la masa
ósea o como método
de prevención de
la diabetes. Puedes ir
caminando al trabajo o
reservarte el intervalo de
la comida. Sólo necesitas
constancia.
* En tu alimentación
Durante las vacaciones
A pesar de los excesos (la barbacoa, la cervecita al atardecer,
las exquisiteces locales...), los mercados al aire libre y los
largos días de playa hacen que tomemos mucha más fruta
y verdura. Pero, sobre todo,
comemos con tranquilidad y
disfrutando. ¿Por qué no seguir haciéndolo?
A la vuelta
Las (largas) jornadas en el trabajo nos llevan de nuevo a la
máquina de sándwiches, las chocolatinas y los palitos de
queso para entretener el hambre o cumplir con el trámite del
almuerzo.
Aunque creamos que así saldremos antes, al final
resulta que nos vamos a la misma hora y nos hemos pasado
el día picando (y mal). Para rematar la jugada, decidimos no
cenar. ¡Y eso que nos hemos saltado ya el desayuno! Punto
uno: vale la pena levantarse un cuarto de hora antes para
hacerse un zumo y una tostada con aceite de oliva. Punto
dos: a media mañana (y a a media tarde), tómate una fruta o
unos frutos secos. Y punto tres: no te saltes nunca la comida.
Tómate un respiro de al menos media hora, lo suficiente para
una ensalada con algo de proteína (atún, queso, jamón, pavo,
huevo). Te sentirás mucho mejor.
Una ayuda
Las recetas que adelgazan, de
la nutricionista Marta Aranzadi:
contiene esas recetas sencillas,
sabrosas y rápidas para gente sin
tiempo (
www.martaaranzadi.com).
* En tu actitud
Durante las vacaciones
Tiendes a desdramatizar y a hacer proyectos para cambiar
lo que no te gusta. Lo malo te parece menos malo y lo bueno,
al alcance de la mano.
El problema es que, a la vuelta, los
propósitos se esfuman. El trabajo es una carga, casi no llamas
a los amigos, pierdes la esperanza de cambiar algo... Pues no.
El verano te ha servido para reflexionar sobre los aspectos de
tu vida que no te gustan. Ahora toca cambiarlos.
A la vuelta
Nada se hace sin esfuerzo. Toma la decisión y ponte a ello.
Inicia una terapia, si crees que eso puede ayudarte. Pero,
a veces, es más una cuestión de enfoque de las pequeñas
cosas de la vida. Y, como una lluvia fina, pequeños gestos
pueden acabar transformando aspectos globales que
parecían inamovibles.
Mantente firme con tus caminatas,
dedica media hora a la lectura antes de acostarte, ten tu
espacio, por pequeño que sea y no renuncies a él. No vas a
cambiarlo todo de golpe pero, si te mantienes firme, aunque
sólo sea en una pequeña decisión, te sentirás más fuerte, más
optimista. Y tendrás fuerzas para cambiar otras cosas.
Una ayuda
Tres lecturas que serán un punto de partida:
La buena vida,
de Alex Rovira (Aguilar);
Las gafas de la felicidad, de Rafael
Santandreu (Grijalbo); y
Las tres claves de la felicidad, de
Mª Jesús Álava Reyes (La Esfera
de los Libros). En ellos encontrarás
una reflexión rigurosa y práctica de
tres especialistas para cambiar ese
punto de vista que a veces uno cree
que es el único posible y que nos
hace tan infelices.
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