TITULO: España Directo - Economía - Señales que nadie mira ,.
Señales que nadie mira ,.
El déficit comercial se ha disparado un 51% este año y eso indica que el motor exterior puede haberse gripado,.
foto - El ministro Carlos Cuerpo,.
Durante una década, a España le encantó repetir que había cambiado su patrón de crecimiento. Que, tras la crisis financiera, habíamos dejado atrás los viejos vicios de vivir por encima de nuestras posibilidades gracias a importaciones desbocadas y crédito barato. Que la economía se había vuelto más competitiva, más exportadora, más europea. Que la balanza por cuenta corriente era positiva, que España ya no dependía del exterior, se convirtió en un mantra.
Hoy ese indicador está empezando a emitir un sonido que conviene no ignorar. El déficit comercial –el viejo agujero negro de nuestra economía– se ha disparado un 51% en los nueve primeros meses del año y ha alcanzado máximos no vistos desde 2008. No es un dato menor. No implica que vayamos encaminados a una crisis, pero sí que el motor exterior, ese que tanto se alabó, empieza a griparse. La competitividad se pierde poco a poco y cuando te das cuenta ya es demasiado tarde.
Conviene entender lo que significa este movimiento. La balanza comercial es sólo una parte de la ecuación, pero es la más sensible. Cuando las exportaciones se estancan y las importaciones avanzan con alegría, lo que se debilita no es solo una cifra: es la narrativa de fondo. España presumía –con cierta razón– de haber encontrado un punto de equilibrio en su relación con el mundo. Pero ese equilibrio dependía de tres factores que hoy están mutando: la fortaleza del turismo, el dinamismo exportador y un consumo interno contenido.
El turismo sigue funcionando, pero ya no puede compensarlo todo. Las exportaciones de bienes están virtualmente planas y la industria pierde terreno frente a Estados Unidos, Asia y nuestros propios socios europeos. Y las importaciones crecen porque los españoles vuelven a consumir, algo que es positivo… siempre que puedas pagarlo con tus ventas al exterior. Si no puedes, el déficit reaparece. Y eso es exactamente lo que está pasando.
No se trata de alarmar, pero sí de advertir. Si el país vuelve a instalarse en déficits exteriores persistentes, se reduce nuestro margen de maniobra: dependemos más de financiación externa, somos más vulnerables a 'shocks' internacionales y perdemos capacidad para sostener la inversión y el crecimiento sin tensiones. El superávit por cuenta corriente de la década pasada no era un regalo del cielo. Era el resultado de un ajuste severo, un turismo en auge y una industria y servicios que encontraban mercado en un mundo sin proteccionismo. Hoy dos de esas tres patas crujen.
Quizá el déficit comercial actual sea un bache coyuntural. O quizá sea el primer síntoma de que el modelo basado en servicios, turismo y exportaciones está llegando a su límite. Hay que recordar algo elemental: los países no pueden vivir eternamente de vender poco y comprar mucho. España ya aprendió esa lección una vez. Conviene no olvidarla ahora.