REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO -El artesano extremeño que seduce al mundo, fotos.
El artesano extremeño que seduce al mundo,.
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Javier S. Medina abandonó sus oposiciones a bombero y abrió un taller en Madrid al que acuden embajadores, interioristas y celebridades a por sus piezas de fibras naturales,.
Javier Sánchez Medina es de Badajoz, tiene cuarenta años recién cumplidos y aunque a él le suene extraño el título, es el artesano del momento. Sus espejos de mimbre en forma de sol y sus cabezas de animales de esparto viajan por todo el mundo para colgarse en las paredes y locales más chic del planeta.
Sus piezas de textura rural cotizan en las mecas del asfalto y su marca se la rifan las biblias de las tendencias, la decoración y el interiorismo. Artesanía contemporánea con diseño de autor.
El éxito de Javier S. Medina -así es como firma sus creaciones- es el de la historia de un chaval que un buen día cerró el temario de las oposiciones a bombero y se fue a Madrid a pelear por lo que le gustaba: crear. En sus maletas iba su talento, los oficios que vio de pequeño en su casa, en el barrio pacense de San Fernando, y los materiales que huelen a su tierra.
Hasta que un día le dio el giro al futuro que él mismo se había marcado, para embarcarse en una aventura que entonces no sabía que le llevaría a codearse con embajadores, interioristas de renombre y celebridades de todo el mundo. «No me sentía realizado y me lancé a intentarlo. Siempre había creído que viviendo en Badajoz no podría ganarme la vida haciendo cosas de este tipo», confiesa.
Hace nueve años llegó a la capital. Entonces compaginaba su trabajo en una tienda de moda con su formación en restauración de muebles. Un buen día creó unos espejos con forma de sol, inspirándose en los de latón dorado que la moda vintage ha rescatado del baúl de los recuerdos. Lo hizo con médula -una fibra del bambú-, subió una foto a las redes sociales y sin saberlo estaba creando su marca.
La revista AD publicó su trabajo y entonces empezaron los pedidos, que en principio realizaba desde su casa, y la lluvia de entrevistas. «A partir de ahí llegaron Nuevo Estilo, Interiores, Vogue, Telva e incluso el New York Times», cuenta.
Es entonces cuando se plantea abrir su propio taller. Encontró una cochera en el barrio de Malasaña, la convirtió en lo que hoy es Carpintería 28, un espacio de puro diseño y encanto realizado completamente por él, que ha servido de escenario para reportajes de moda.
«Cuando empecé a trabajar en el taller descubrí la pleita y con ella salieron lo que yo llamo trofeos ecológicos, que son las cabezas de animales. Creé los toros, los burritos, los búfalos, los rinocerontes, los ciervos y los renos», relata. Esta línea de piezas, las de taxidermia de esparto, es la que le abrió las puertas del mercado internacional. Cada cabeza la hace manualmente, trenzando la pleita y después cosiéndola con hilo de bramante para darle forma. «No tiene mucha ciencia, simplemente uso esos dos materiales y eso sí, muchas horas de trabajo», desvela.
Un diseñador americano muy famoso, Nate Berkus, eligió sus trofeos ecológicos para exponerlos en la feria internacional de decoración e interiorismo que se celebra anualmente en Los Ángeles. Así se le abrieron las puertas del llamado país de las oportunidades. Tanto que el mismo diseñador ya le ha tentado para que abra una tienda en Nueva York y para hacer de su artesanía obras de arte.
Con él vinieron los embajadores. Primero el de Estados Unidos, de cuya mano le han llegado celebridades de todo el mundo. La más sonada, Sarah Jessica Parker, la actriz de 'Sexo en Nueva York'. Así recuerda su visita Javier S. Medina: «Me llamó el marido del embajador de Estados Unidos. Me dijo que estaba comiendo en Madrid con una amiga, pero no me dijo quién era, solo que seguía mi trabajo y quería conocerme. Le dije que podía atenderla. Era mediodía, estaba en mi casa, que está justo enfrente del taller y bajé. Llegó un furgón negro, le abrieron la puerta y empecé a ver flasazos. Entró en la tienda, con la cabeza agachada y no la reconocí hasta que se quitó las gafas. Entonces me puse de los nervios. Pero después resultó encantadora, muy cercana e interesándose por mi trabajo».
La actriz se llevó una de sus cabezas de búfalo, que después compartió en su red de Instagram, donde le siguen millones de personas. El de Sarah J. Parker no ha sido el único furgón que se ha parado a deshora frente a su taller. «Tengo clientes de Estados Unidos que cruzan el océano para venir a comprar a mi taller, viene la mujer del embajador de Turquía e incluso me han dicho algunos diseñadores que Carolina de Mónaco tiene espejos míos».
Piezas con almaEste éxito, al que él se refiere en ocasiones como «ruido», no le ha deslumbrado. «No sé cómo he llegado a esto. Creo que no solo ha sido por el producto, sino por la historia que vendo. Cuando vienen a buscar mis piezas desde la otra punta del mundo, quieren entrar en el taller, hacerse la foto conmigo, que les cuente cómo me dio por hacer esto. Y al final lo que se llevan es la esencia de una pieza única que tiene una historia detrás. Creo que esa ha sido la clave porque, por otro lado, no he hecho ningún tipo de marketing, las cosas me han ido pasando sin que yo las haya provocado».
Hasta hace bien poco él mismo se encargaba de todo. Ahora ha formado a un chico que le ayuda en el taller con la producción de las piezas. Y cuando se le acumula el trabajo, baja a Badajoz. Aquí tiene a su padre, que ha aprendido el oficio de su hijo para echarle una mano. «Mi padre me ayuda desde Badajoz, hace el proceso de las piezas y cuando yo bajo, las rematamos. Allí adelanto muchos pedidos y disfruto de mi familia, de la tranquilidad y de comer bien. Me sirve como válvula de escape», reconoce.
Aún así, sus pedidos siempre están en lista de espera. Sus encargos llegan desde Estados Unidos, Inglaterra, Australia, Tokio, Corea, Hong Kong y también de Extremadura. En este momento, está dando un plazo de mes y medio de entrega de sus piezas. Por ahí pasa la exclusividad de su marca, porque pese a su éxito arrollador, Javier mantiene sus mismos precios. «Quiero que mis piezas sean accesibles tanto para un embajador como para un estudiante», reivindica. Sus trabajos oscilan entre los 75 y los 150 euros, en función del tamaño.
En su meteórica carrera, Javier está a punto de entrar en una nueva fase. Ha cogido un local para ampliar su taller y el mes que viene quiere presentar sus nuevos modelos de espejos. A partir de ahí, su idea es centrarse más en el trabajo creativo y trabajar directamente con interioristas en el diseño de hoteles y restaurantes.
La historia de Javier bien podría servir para ilustrar un caso de éxito en cualquier foro de emprendedores. Su secreto no ha sido otro que reciclar la artesanía y darle un diseño contemporáneo.
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