BLOC CULTURAL,

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viernes, 4 de noviembre de 2022

Donde viajan dos - Por qué Florencia es la ciudad a la que siempre volveré ,. / Escala humana - Hallada la tumba perdida de Mercedes Roca, un insólito poema de piedra de Juan Ramón Jiménez ,. Miercoles - 23, 30 - Noviembre ,. / LA MAQUINA DE ESCRIBIR -Esta noche, 'En primera línea - Felipe VI y el presidente alemán subrayan los vínculos de ambos países y la unidad ante la guerra en Ucrania,. / ESPAÑOLES POR EL MUNDO - México,.

TITULO: Donde viajan dos - Por qué Florencia es la ciudad a la que siempre volveré ,. 

Por qué Florencia es la ciudad a la que siempre volveré,.

Un extenso museo al aire libre, callejones que resguardan secretos y la máxima expresión del ímpetu artístico humano dan vida a la capital de la Toscana,.

 Italia: Por qué Florencia es la ciudad a la que siempre volveré | El  Viajero | EL PAÍS

foto / El tren está a dos minutos de ponerse en marcha y mi trayecto de Roma a Florencia a punto de comenzar. Mientras camino por los pasillos buscando mi asiento, observo a una señora que fija la mirada en el sudor que me escurre por la frente. En la espalda cargo una mochila de 10 kilos y en las manos todo lo que me cabe: dos cámaras, una libreta, mi boleto y un panini. Entre las prisas y la incomodidad, mi voz interna me reprocha: “Mariel, ¿cuándo vas a cambiar?”. En mis 15 años como periodista de viajes siempre me recuerdo así. 

Apenas logro sentarme y desparramar el cuerpo cuando el tren avanza. ¡Cuánta puntualidad!, expreso. Nací en Ciudad de México, una de las metrópolis más caóticas del mundo. Seguramente el ser chilanga forma parte de la raíz que me define: acelerada, intensa, aventada, errante y apasionada. Decidí estudiar Periodismo en un país que considera esta profesión de alto riesgo. A los 19 años nació en mí la incesante necesidad de explorar el mundo para narrar mis historias de viaje en radio y prensa escrita. Al paso del tiempo, y después de desarrollarme en medios tradicionales, comencé una trayectoria en la producción de vídeos profesionales dando un salto a los medios digitales para convertirme en Mariel de Viaje.

¡Qué ganas tenía de volver a Florencia! Mientras camino por las estrechas calles de la capital toscana, veo, bajo el borde de mi paraguas, puestos ambulantes donde venden artículos hechos con cuero: chamarras, bolsas, zapatos, etcétera. Esta no solo es la cuna del Renacimiento, es una de las ciudades donde se fabrican los mejores productos de piel del mundo, elaborados con técnicas milenarias. La marroquinería tiene orígenes en la época de los etruscos, y aunque todavía quedan algunos talleres artesanales de manufactura italiana la oferta dificulta la distinción entre la mercancía auténtica y la importada. 

Me dirijo hacia la Piazza del Mercato Centrale y sigo la ruta de Google Maps para llegar al departamento en el que me hospedaré. Después de subir varios pisos oscuros y conectados por escaleras empinadas, me encuentro con una habitación que bien podría ser la casa de una muñeca: muebles de madera en perfecto estado, floreros, paredes lisas de las que sobresalen algunos ladrillos (arquitectura propia de la Toscana) y un tapanco con una tina, contigua a una sala de lectura. 

 

El Duomo es la catedral de Florencia


Pisar Florencia es entender lo que es un verdadero museo al aire libre, es contemplar el arte en su máxima expresión. De las esquinas resaltan esculturas de una belleza abrumadora y construcciones que denotan la eterna presencia de genios como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Filippo Brunelleschi, Sandro Botticelli, entre otros.

Mi primera parada es la Piazza del Duomo. De forma inesperada, una mujer me pregunta: “¿Sabes cuál es el Duomo y cuál es la catedral de Florencia?”, a lo que le respondo que es lo mismo. La palabra duomo es utilizada para referirse a la catedral principal de una ciudad italiana. Es precisamente la basílica de Santa María del Fiore, o el Duomo de Florencia, unas de las obras maestras del arte gótico, diseñada por Arnolfo di Cambio. Una construcción de mármol blanco, verde y rosa custodiada por la famosa cúpula de Brunelleschi, el campanario de Giotto y el baptisterio de San Juan. Aunque el acceso es gratuito, conocer el interior de estas construcciones históricas tiene un costo. Para la venta de entradas, existe una oficina ubicada a un costado del campanario.

Busco la gelatería en la que años atrás probé el que para mí fue el mejor helado de Italia. Sin anuncios llamativos y apenas visible entre la calle, la ubico. Su nombre es La Strega Nocciola Gelateria y se encuentra en la Via Ricasoli. A diferencia de los gelatos populares, los de este local no tienen colores vibrantes ni conos que parezcan de caricatura. Son más bien de aspecto aburrido, pero con un sabor inmejorable que no endulzan el paladar, lo que los vuelve adictivos. Mi favorito es el de pistache.

Siguiendo por esa misma calle llego a la Galería de la Academia, uno de los museos más visitados del mundo por albergar al David de Miguel Ángel. Al entrar hay una antesala conformada por obras de los siglos XV y XVI. Del otro lado de la pared, los Esclavos de Miguel Ángel, cuatro esculturas que parecen custodiar la obra maestra del artista. Pensaríamos que es la fama del David la que puede obligar al turista a mostrar expresiones de asombro, pero es todo lo contrario, su perfección te dejan genuinamente boquiabierto. No exagero, la piel se me erizó al verlo.

 

El ‘lampredotto’ de mis sueños

Entre mis manos escurre la grasa y el líquido verde del pesto. Mis dientes trituran la sal de grano y al darle la primera mordida afirmo: “¡Sí, sabe al que me devoré en mi sueño!”. Cuatro años atrás descubrí que en un callejón sombrío —al que pocos turistas entran— se encuentra una estrecha puerta en la que venden lampredotto, un bocadillo de comida local florentina cuyo ingrediente principal es el cuarto estómago del vacuno. Estas tripas, que en México conocemos como pancita, las preparan con especias y las ponen en medio de un pan que remojan en el mismo caldo en el que las cuecen. Aunque no es un antojo del gusto de toda la gente, después de probarlo por primera vez este bocadillo apareció en mis sueños. El sitio secreto se llama Da'Vinattieri (Via Santa Margherita, 4).

Una vez que salí del que ya apodé como “mi callejón del lampredotto”, hago una parada en la cercana Piazza della Signoria, que a mi parecer es una de las más bellas del mundo. La torre de 94 metros del Palazzo Vecchio sobresale de esta cuadrícula y de las puertas del palacio, las esculturas de Adán y Eva, Hércules y Caco, y la recreación más fiel del David. En una esquina se ubica la fuente de Neptuno, esculpida por Bartolomeo Ammannati y criticada por la exagerada blancura de su mármol. Para rematar, la Logia dei Lanzi, un museo al aire libre conformado por esculturas como Perseo con la cabeza de Medusa, de Benvenuto Cellini, y El Rapto de las Sabinas, de Juan de Bolonia.

Los museos, el denominador de Florencia

Desafiando a las incansables multitudes de turistas que resguardan su turno, entro a la Galería Uffizi, un palacio que alberga algunas de las colecciones icónicas del arte renacentista. Entre esculturas, pinturas y objetos, destacan obras maestras como El nacimiento de Venus, La Primavera y El Retablo de San Ambrosio, todas ellas de Botticelli; además de la Maestà di Ognissanti de Giotto. Recorrer sus salas te puede llevar más de medio día y así como en la mayoría de los museos europeos, el truco para evitar las filas está en comprar las entradas en su página web.

Desde una ventana del Ufizzi saco la foto de una de las postales más conocidas de Italia: el reflejo del Ponte Vecchio y de las casas amontonadas sobre el río Arno, construcciones a las que precisamente les da magia el deterioro y el desorden. Este puente medieval, construido por los romanos en el año 150 antes de Cristo, es símbolo de la ciudad y uno de los más famosos del mundo. Después de ser una pasarela de madera, se reconstruyó en piedra con arcos rebajados. Actualmente, está repleto de tiendas en las que venden oro, de oleadas de gente que lo cruzan y de dos miradores.

Hablar de la historia de Florencia es mencionar a los Médici, una familia florentina de banqueros que se convirtieron en los amos de la región de Toscana en el Renacimiento. El Corredor Vasariano me conduce hasta el Palazzo Pitti, un complejo monumental que alberga su legado a través de varios museos, como la Galería Palatina con obras de Rafael, Tiziano y Correggio. Además de la Galería de Arte Moderno, el Museo de los Trajes, la Plata y la Porcelana. Detrás de esta residencia se encuentra el jardín de Bóboli, una de las áreas más verdes de la ciudad en la que sienta bien dar un respiro.

Terminar los días en miradores se ha vuelto una costumbre en mis viajes. La hora dorada no solo es la mejor para sacar fotos o vídeos, es un momento contemplativo. Para tener vistas que abarquen toda la ciudad, mis favoritos son el mirador de la Piazzale Michelangelo y la terraza de la Cúpula de Brunelleschi. Desde el primero se puede admirar el río, el Duomo y el Ponte Vecchio, y desde la terraza de la cúpula, el campanario de Giotto y prácticamente toda la capital toscana.

Observando cómo los últimos rayos del sol iluminan los tejados terracota y como el brillo del mármol de las esculturas deja de deslumbrar, pienso en silencio que Florencia es esa ciudad a la que volveré mil veces más.

 

 

TITULO : Escala humana - Hallada la tumba perdida de Mercedes Roca, un insólito poema de piedra de Juan Ramón Jiménez , Miercoles -23, 30 - Noviembre ,.


El Miercoles -23, 30- Noviembre , a las 21:00 por La 2, foto,.

 

 

Hallada la tumba perdida de Mercedes Roca, un insólito poema de piedra de Juan Ramón Jiménez,.

Un investigador encuentra en un cementerio madrileño el singular sepulcro diseñado en 1903 por el futuro ganador del Nobel de Literatura, casi un hijo para la fallecida y su marido, el científico Luis Simarro,.

Hallada la tumba perdida de Mercedes Roca, un insólito poema de piedra de Juan  Ramón Jiménez | Ciencia | EL PAÍS

A Javier Bandrés, un profesor universitario de 64 años, le gusta tanto deambular por los cementerios que sus amigos lo llaman, de cachondeo, Drácula. Una soleada mañana de otoño camina acelerado por la mayor necrópolis de Madrid, La Almudena, para mostrar su último descubrimiento. “¡Es la única tumba rosa que he visto en este cementerio!”, exclama señalando un sepulcro rosáceo que desentona en el laberinto gris en el que están enterrados millones de muertos. En la lápida hay un nombre sin apellidos, Mercedes, y una fecha: el 11 de agosto de 1903. Es la tumba perdida de Mercedes Roca, un auténtico poema de piedra concebido por el poeta Juan Ramón Jiménez.

Mercedes Roca fue una adinerada mujer valenciana que se mudó a Madrid en marzo de 1887, tras casarse con el neurólogo Luis Simarro, un hombre que provocó dos premios Nobel sin salir de casa. El médico Santiago Ramón y Cajal cuenta en sus memorias que “allá por el año de 1887″ visitó la vivienda de Simarro en Madrid y allí aprendió a teñir células, lo que le permitió descubrir que el cerebro humano está organizado en neuronas individuales, “las mariposas del alma”. Cajal ganó por ello el Nobel de Medicina en 1906. Aquella casa mítica de Luis Simarro y Mercedes Roca, en la que cambió la historia de la ciencia, acoge hoy el popular restaurante Válgame Dios, en el barrio de Chueca, según una investigación del Servicio de Callejero del Ayuntamiento solicitada por este periódico.

 

Aquel Madrid a caballo entre dos siglos rozaba la fantasía. Los madrileños acababan de ser testigos de una lluvia de fragmentos de meteorito sobre la ciudad, tras un resplandor cegador y una explosión formidable. La recién llegada luz eléctrica iluminaba calles hasta entonces tenebrosas. Los aristócratas, a bordo de los primeros automóviles de gasolina, aterrorizaban a los viandantes y a las caballerías. Y el cinematógrafo de los hermanos Lumière fascinaba a la capital desde su estreno en mayo de 1896, tan solo cinco meses después de su presentación en París.

El poeta andaluz Juan Ramón Jiménez, de 18 años, llegó a aquel Madrid en 1900, convocado por su colega nicaragüense Rubén Darío para “luchar por el modernismo”, el movimiento literario que combatía el pomposo estilo decimonónico. Juan Ramón, sin embargo, tuvo que ser ingresado enseguida en un sanatorio por una crisis depresiva, tras la repentina muerte de su padre. Luis Simarro, que ya rozaba los 50 años, se convirtió en el médico omnipresente de aquel jovencísimo poeta hipocondríaco, que desde entonces vivió obsesionado con la idea de morir súbitamente.

Mercedes Roca y Luis Simarro adoptaron a Juan Ramón como si fuera el hijo que nunca tuvieron. El neurólogo le enseñó inglés y alemán. Le leía obras de Voltaire, Kant, Nietzsche, Schopenhauer y otros pensadores europeos. Y le presentó a sus amigos intelectuales, como el pintor Joaquín Sorolla. Así se forjó el estilo del hombre que acabaría ganando el Nobel de Literatura en 1956. Cuando el poeta tenía una crisis depresiva, la propia Mercedes Roca iba a menudo a cuidarlo con mimo, hasta que fue ella la que cayó enferma. Roca murió en 1903 por un cáncer de hígado. Juan Ramón, que entonces tenía 21 años, se ocupó de idear su tumba como si fuera un poema.

Javier Bandrés, profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, señala maravillado el diseño excepcional del sepulcro. Bajo la lápida de piedra rosácea, el poeta concibió unos insólitos agujeros por los que, hace más de un siglo, brotaban ramas de hiedra y madreselva desde el interior de la tumba. Hoy solo quedan, aplastados por la losa, retorcidos troncos secos. Juan Ramón tenía “un horror instintivo” a la Iglesia, como el protagonista de su obra Platero y yo, así que prescindió de la cruz cristiana. La lápida, con una tipografía romana clásica, recuerda a las portadas de sus libros de entonces, como Arias tristes. Y, agudizando la vista, bajo el nombre de Mercedes y el año 1903, se observa una especie de caracola —un símbolo habitual del modernismo, aunque podría ser un fósil fortuito en la piedra— y un dibujo similar a una cápsula de adormidera, la planta de la que se extrae el opio. Juan Ramón era adicto por entonces a este narcótico, “amargo y exquisito”.

El poeta lloró la muerte de “la bella y buena Mercedes Roca” en las páginas de la revista modernista Helios: “La pobre Mercedes ha muerto… Desde el regazo de la tierra madre, a lo lejos, desde ese cementerio grande y frío y húmedo de la ciudad, ¿ha venido una tristeza en el aire de la tarde? Mi corazón se llenó también de niebla y de espinas cuando aquellos ojos se cerraron para siempre”.

Bandrés cree que la familia de Mercedes Roca dejó de visitar el sepulcro tras el inicio de la Guerra Civil y nadie volvió jamás. El propio Juan Ramón huyó de España en 1937 y no regresó: murió en el exilio dos décadas después en Puerto Rico. Bandrés, director del Legado Luis Simarro en la Complutense, ha encontrado la tumba gracias a la perseverancia de una administrativa del cementerio, Paloma García Zúñiga, porque un funcionario apuntó mal en su día los apellidos de la fallecida en el registro. El sepulcro está en el Cuartel 58 D Manzana 43,.El sepulcro de Mercedes Roca, de 1903, recibió posteriormente los cadáveres de sus hermanos Joaquín (1929) y María (1933).M. A.

La filóloga hispánica Rosa García, directora de la Cátedra Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Huelva, aplaude el hallazgo del sepulcro perdido. “La tumba entera es una rareza: el trazo fino de las letras, la idea de que haya verdor dentro de la tumba, en vez de polvo y gusanos… Son rarezas que tenían que ver con la poesía juanramoniana de aquella época, que era así, aparentemente muy limpia y muy sencilla, con la naturaleza como un elemento alegórico constante, pero con una enorme carga de sensibilidad”, explica entusiasmada.

La experta habla de la tumba como si fuera un poema de piedra. “En esta época, Juan Ramón está buscando los versos cortos, los ritmos más limpios, las palabras más desnudas, desprenderse de la hojarasca, de la retórica de la poesía anterior. Eso mismo está en la tumba: dejar desnudo el producto final”, reflexiona García. “Es como si deseara que Mercedes tuviera una vida a través de la naturaleza, a través del verde que entra o sale de los agujeros de la tumba. Es un acto de amor hacia ella”.

La muerte de su esposa fue el segundo gran trauma de Luis Simarro. Cuando tenía tres años, su padre, el pintor Ramón Simarro, murió por una tuberculosis. Rota de dolor, su pareja, la poeta Cecilia Lacabra, se suicidó tirándose por el balcón de su casa. Algunos autores aseguran que la mujer saltó con su hijo Luis en brazos y el niño sobrevivió al caer sobre un montón de estiércol. Ese huérfano, ya adulto, fue incapaz de soportar solo la muerte de su esposa Mercedes. Sumido en la depresión, Simarro invitó a Juan Ramón Jiménez a vivir con él. El médico, de 52 años, y el poeta, de 22, convivieron durante meses en un palacete que hoy es el Hotel Suites Barrio de Salamanca.

El propio Juan Ramón describió en su diario el emocionante momento en el que enseñó la singular tumba de Mercedes Roca a su viudo: “Como Simarro viera que estaba todo a su buen gusto, al salir, húmedos los ojos del llanto, me ha dicho, en un apretado abrazo: Muchas gracias. Y me lo ha dicho con todo su corazón. Yo, para que él no me viera llorar también, he mirado hacia atrás, a lo gris del paisaje de lluvia”. La Universidad de Huelva ha publicado este año este Diario íntimo, escrito por el poeta en 1903.

Bandrés custodia el llamado Legado Luis Simarro, las pertenencias que dejó el neurólogo al morir en 1921. En la colección hay instrumentos científicos expuestos en una sala de la Facultad de Psicología, pero también hay valiosísimas obras de arte, que están repartidas por la Complutense. En el despacho del rector hay un retrato de Simarro con un microscopio pintado por Sorolla. En una dependencia de Psicología hay otros dos retratos de Simarro, ejecutados por Sorolla y Luis de Madrazo. Y en la Facultad de Filosofía cuelga otro Madrazo: una efigie de Mercedes Roca, con un vestido azul turquesa y una sonrisa.

En el Legado no hay mucha más información sobre ella. Javier Bandrés muestra unas notas manuscritas de Roca que revelan que llevaba las cuentas de la casa y del laboratorio. Anotó metódicamente pagos para el cochero, el sereno, la luz eléctrica, el gas, aparatos científicos, trajes, blusas, chalecos. El diario Heraldo de Madrid contó que Simarro investigaba en el laboratorio y su esposa le avisaba desde el piso de arriba, mediante un teléfono casero, de que estaba lista la sopa. El propio Santiago Ramón y Cajal plasmó en su libro Charlas de café (1921) estas ideas de la época sobre el papel de la mujer: “La reina de las hormigas da a la esposa ejemplo insuperable de recato y de modestia. Bella, esbelta y alada durante el efímero velo nupcial, arráncase las alas y reclúyese de por vida en el hogar para consagrarse, asistida de abnegadas obreras, al cuidado y multiplicación de la prole”.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Ciencia, Diana Morant, anunciaron el 28 de septiembre que en 2025 abrirá un museo dedicado al funcionamiento del cerebro humano, con el nombre de Cajal. El responsable del Legado Cajal en el CSIC, Juan Andrés de Carlos, cree que en ese museo “encajaría perfectamente Simarro, porque dio el pistoletazo de salida” al nobel. El investigador Javier Campos Bueno, de Psicología de la Complutense, acaba de publicar un estudio sobre aquella trascendental visita de Cajal a Simarro en 1887. A su juicio, aquel día “cambió la historia de las neurociencias”.

El poeta Juan Ramón Jiménez, sin embargo, detestaba ir al laboratorio de su amigo y sus discípulos. “He estado viendo cortar una médula de raya, y he hablado con esos insoportables médicos imberbes —tan ignorantes—, entre olores acres y nauseabundos. Yo no siento placer en el laboratorio. ¿Para qué voy?”, escribió en sus notas el 7 de noviembre de 1903. Una semana antes, en la víspera del Día de Difuntos, Juan Ramón fue a visitar la tumba rosa de Mercedes Roca con dos amigos. En su diario anotó cómo fue su triste regreso del cementerio: “El sol poniente inunda el coche, y vamos hablando en una atmósfera parda y verdosa; el coche verdoso, nuestros trajes también verdosos, y nuestros rostros de bardos amarillentos y pálidos. Y allí se queda el cementerio lleno de cruces blancas, bajo el preludio de luz de la luna blanca en un trozo celeste de cielo. Y allí se queda la pobre Mercedes. ¿Cómo estará ya su cuerpo valenciano?”.

 

TÍTULO: LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea  -  Felipe VI y el presidente alemán subrayan los vínculos de ambos países y la unidad ante la guerra en Ucrania ,.

 

LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea  -  Felipe VI y el presidente alemán subrayan los vínculos de ambos países y la unidad ante la guerra en Ucrania , fotos.

 

El Miercoles - 23, 30 - Noviembre ,  a las 22:00 por antena 3,.

 

Felipe VI y el presidente alemán subrayan los vínculos de ambos países y la unidad ante la guerra en Ucrania,.

 Visita oficial: Felipe VI y el presidente alemán subrayan los vínculos de  ambos países y la unidad ante la guerra en Ucrania | España | EL PAÍS

Los Reyes inician su visita de Estado a Alemania con una agenda económica, científica y cultural que incluye la inauguración de la Feria del Libro de Fráncfort, en la que España es país invitado,.

 

Las buenas relaciones bilaterales que mantienen España y Alemania alcanzan un nuevo hito con la visita de Estado de los reyes Felipe VI y Letizia, que empezó el domingo por la noche en Berlín con la recepción en la Embajada a 250 representantes de los españoles que residen en el país, y que incluirá la inauguración el martes de la Feria del Libro de Fráncfort, la gran cita del mercado editorial,.

 

 

TITULO:  ESPAÑOLES POR EL MUNDO  -  México,. 


 México,. 



México patenta el Día de Muertos como su mayor producto de exportación cultural,.

El éxito de películas como ‘Coco’, de Disney, y la saga de James Bond, ‘Spectre’, le cambiaron parte del significado a esta tradición que se ha posicionado internacionalmente,.

 México patenta el Día de Muertos como su mayor producto de exportación  cultural | EL PAÍS México

foto / Araceli López tiene casi 15 años viviendo en Chicago, cerca del barrio Pilsen, pero recuerda bien que hace apenas unos cuatro o cinco años se vive un bum con el Día de Muertos. “Es muy bonito ver que tu cultura esté en todos lados, aunque como todo, va cambiando mucho, antes no era así”, dice la inmigrante mexicana de 31 años. “Ahora ves catrinas y gente pintada de calaverita o sugar skull por todos lados”, refiere.

El auge de productos inspirados en la tradicional fiesta mexicana de Día de Muertos ha roto las fronteras y se ha trasladado a varios países, principalmente a Estados Unidos, pero también a otros lugares del continente y Europa, donde es frecuente ver paquetes de maquillaje para disfrazarse de catrinas, mantas estampadas con flores que simulan ser de cempasúchil o tocados enormes con flores que se dicen muy mexicanos. Basta hacer una búsqueda rápida en Amazon para notar la cantidad de productos que se venden en nombre de este ancestral festejo que cada vez está más cerca de los escaparates y lejos de la cultura indígena.

El valor de una tradición

Ponerle precio al Día de Muertos podría parecer imposible para algunos, pero puede cuantificarse a través de los productos dedicados al festejo. Por ejemplo, poner un altar dedicado a los difuntos en el país tiene un costo promedio de 1.609 pesos (unos 82 dólares), de acuerdo con un estudio de la firma de seguros y consumo HelloSafe. Ahora bien, un disfraz de Catrina va de los 700 pesos a los 1.500 pesos en tiendas en línea, y un servicio profesional de maquillaje cuesta entre 1.500 y 2.000 pesos.

El pan de muerto, por ejemplo, puede costar desde 16 pesos la pieza en una panadería tradicional y hasta 250 pesos si incluye algún relleno de crema chantillí o de avellanas. Si se adquiere el mismo pan de muerto en Nueva York, el precio puede ir de 1,75 dólares a los 20 dólares por pieza, dependiendo del tamaño y el tipo de ingredientes que usen los comerciantes.

Buena parte de estos productos no se fabrican en México, aunque se vendan en los centros comerciales del país. Tan solo hace falta echar un vistazo a los estantes de los supermercados más populares de las grandes ciudades para darse cuenta de que las etiquetas dicen, en su mayoría, “hecho en China”, como el papel picado o las flores de cempasúchil de plástico.

“Vemos que muchos elementos tradicionales se han ido perdiendo, pero cada día buscamos que al final no se pierda el mensaje de fondo, nuestra historia y el valor de la vida a través de nuestras artesanías”, dice en una entrevista Magdiel Montalvo, directora general de Manos Creativas, asociación de artesanos, productores y promotores indígenas de los Pueblos Originarios y migrantes de México.

El riesgo de internacionalizar la cultura

La cultura y las tradiciones evolucionan con el tiempo, aunque hay sucesos que los pueden transformar radicalmente. En este caso, el éxito de películas como Coco, de Disney, y la saga de James Bond, Spectre, le cambiaron un poco el semblante a esta tradición. Axel Elías Jiménez, académico posdoctoral del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, dice en una entrevista que estos fenómenos han puesto a la tradición como un objeto de consumo en nombre de México. “Son síntomas de una comercialización de la cultura que logramos ver y se percibe que sí ponen a relucir el Día de Muertos como un producto”, menciona el académico.

El Día de Muertos, identificado a nivel internacional como algo profundamente mexicano, también provoca un sentimiento de orgullo entre los nacionales de querer promoverlo hacia personas no mexicanas o que no necesariamente sienten identificación con este ritual hacia la muerte, por ejemplo, a través de estas películas.

Sin embargo, para Elías, se corre el riesgo de banalizar algo cuyo origen es más profundo. “El riesgo que yo veo es el de quienes tienen el poder de comercializar una tradición”, apunta, “Aunque la mayor parte de personas dirían que el Día de los Muertos es algo netamente mexicano, lo que pasa en torno a los productos es que quienes hacen negocio son las grandes empresas”, indica.

Ejemplos de mercadotecnia abundan. Desde marcas de alimentos que adoptan la estética del Día de Muertos para adornar sus productos hasta indumentaria de alta costura o de fast fashion que, argumentando que hacen un homenaje a las tradiciones, toman elementos como las flores de cempasúchil o el papel picado para adornar un par de tenis. “Como creadores del arte y la cultura en México, lo que apostamos es llegar a las nuevas generaciones con nuestras tradiciones y valores como son”, dice Montalvo.

La catrina, ese gran ícono de los muertos cosmopolitas

Ningún icono tan visible como La Catrina, concebida por José Guadalupe Posada hace más de 100 años, y que hoy ha evolucionado para convertirse en un símbolo de estética mexicana adoptado también por varias nacionalidades. Desde añadirle glitter, pedrería, grandes tocados y maquillaje de diseñador, La Catrina es uno de los disfraces favoritos cometidos en nombre del Día de Muertos.

“Se usa esta tradición como una base para fundamentar esa tradición racializada, indígena e indígena muerto, más que nada para crear estos productos culturales novedosos que apelan al consumidor internacional, no solo al mexicano, para que una persona en Estados Unidos que se quiera disfrazar le parezca una buena idea disfrazarse de catrina y le parezca cool”, dice Elías Jiménez.

Para Montalvo, la cultura que gira en torno al Día de Muertos no se trata de una dicotomía de buenos y malos. “Debemos aprovechar esa influencia y popularización para rescatar nuestra historia e identidad y no dejarlo en un tema solo comercial o de consumismo”, reflexiona. “El ser humano está por encima del negocio, hay que ver las ofrendas cómo lo que representan sus elementos y valorar la familia, nuestras raíces, y a nuestros artesanos en gastronomía y producción artesanal”, finaliza.

Este 1 y 2 de noviembre, miles de mexicanos acuden a visitar a sus difuntos en los panteones locales. Otros pondrán altares dedicados a sus muertos con mayor o menor cantidad de fruta, flores y panes de muertos. Unos más decidirán pasear por las calles disfrazados de La Catrina. Sea como festejen el Día de Muertos, se trata de una de las tradiciones más vivas de México.

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