BLOC CULTURAL,

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viernes, 22 de febrero de 2019

España a ras de cielo - FERNANDO BOTERO - ,. - PLANETA CALLEJA - DOMINGO -10- MARZO ,./ Ochéntame otra vez -Iñaki Arteta vuelve a abrir la caja de los recuerdos de las víctimas de ETA,.

TITULO:España a ras de cielo  -FERNANDO BOTERO -  ,.  -  PLANETA CALLEJA - DOMINGO -10- MARZO ,.
 
 
 España a ras de cielo  ,.
 
 España a ras de cielo es un programa de televisión emitido por TVE y se estrenó el 17 de septiembre de 2013. Desde el primer programa, está presentado por Francis Lorenzo Martes a las 22h30,.
 El programa permite conocer lugar de España desconocidos y ya conocidos desde otro punto de vista. , etc.


PLANETA CALLEJA - DOMINGO -10 - MARZO,.
 
 
  Planeta Calleja es un programa de televisión de España que se emite cada domingo a las 21:30, en Cuatro de Mediaset España,. Jesús Calleja enfrentará a rostros conocidos a vivir experiencias únicas e irrepetibles fuera de su contexto habitual y en los lugares más remotos y fascinantes ., etc.
 
 

“Soy el pintor vivo que más ha expuesto en el mundo. Hasta los niños chicos reconocen un ‘botero”,.

El pintor Fernando Botero, que protagoniza una muestra en Madrid, defiende los volúmenes en sus obras,.

Fernando Botero, junto a su 'The Street' en la galería Marlborough de Madrid. ( foto ) Fernando Botero, nacido en Medellín en 1932, pintó el color y los volúmenes de la naturaleza de su país ubérrimo desde que era un adolescente. Es, también, el artista incendiado que, sin dejar de lado los volúmenes que han hecho tan singular su estilo, se llenó de ira ante las torturas de Abu Ghraib y también afrontó las heridas que dejó en Colombia la guerra más larga y cruenta que ha sufrido su país y el continente americano. Anoche abrió en su galería, Marlborough, en Madrid, una exposición llena de color y alegría. Es la primera que hace en la capital desde 1994. “El destino del arte, sobre el dolor o sobre la belleza, es procurar el placer estético”, afirmó ayer en una entrevista con EL PAÍS.
En la exposición hay brindis, calles, toreros, alegría, pero no hay nunca en los que así festejan la vida ni un amago de sonrisa. Él, en cambio, ríe mucho. Pero todos son boteros, como él mismo dice. “Todos tienen los volúmenes que desde adolescente quise darle a mis figuras”.
El pintor reparte su tiempo entre Italia y Mónaco, donde mantiene estudios. Aunque su figura despierta el recelo de la potencia que económicamente le reporta su arte, conserva su humor antioqueño que le permite reírse también de las sombras de sus figuras y, a su manera, de los que, según le cuentan, le critican el gusto que el mercado tiene por sus cuadros y por sus esculturas. Es, lo dice él mismo, “el pintor más expuesto del mundo”, y según las estadísticas, de los más cotizados.
Ya tiene 86 años. Las obras que ahora expone, Pinturas recientes —hasta el 3 de marzo—, demuestran que sigue pintando (no esculpe tanto). Sufrió hace dos años un accidente en su casa de Antioquia: un incendió devastó su vivienda. Pasó miedo y tragó humo, y por eso al principio de la conversación se excusó por su carraspera. “El humo se quedó ahí dentro y rompió”, se carcajeó, “mi hermosa voz de cantante”.
Pregunta. Tanto que quizá pudo haber sido cantante y no pintor. ¿De dónde le viene esa facultad para el arte?
Respuesta. No había tradición en mi familia. No sé por qué empecé a dibujar toros, paisajes, naturalezas muertas, por qué vino la gente a mis cuadros... Lo cierto es que a los 19 años yo quería ser pintor. Y mi madre me dejó. A los 19 ya hice la primera exposición. Lo primero que hice verdaderamente boteriano fue una mandolina. Me atrajo la amplitud y la generosidad del trazo exterior de su cuerpo y la pequeñez del detalle. Ese boceto fue mi punto de partida. Figuras grandes y pequeños objetos al lado. Tardé 15 años en hacer lo que se llama un botero de principio a fin, pero fue insistiendo en la misma idea y en el mismo universo. La madurez del estilo depende del trabajo, toma mucho tiempo. Y ahí vinieron los personajes, los boteros. No tenía influencias visibles, había coherencia, resultado de una obsesión que parte de la mandolina.
P. Günter Grass decía que un jamón es una mandolina de carne.
R. Es una cosa extraña: el jamón siempre da idea de una forma grande al lado de una pequeña. Tiene que ver con cierta idea plástica de la que yo participo. Y fíjate que la humanidad también tiende a enmarcar; haces un cuadro y lo enmarcas, o tomas una nota y la enmarcas. Esa construcción del jamón, así como el deseo de subrayar, forman parte del subconsciente de la humanidad. Y mis boteros nacen de esas metáforas.
P. ¿Qué es un botero de principio a fin?
R. Es lo que la gente ve ya como un botero. Corresponde a mi pintura. Hay gente que se cree que mi nombre viene de los cuadros, y a veces yo mismo he pensado que Picasso, por ejemplo, se llama así porque su pintura se ha hecho como picando. O que Chagall se llama así porque sus pinturas son como llamaradas. Y yo soy Botero. ¡No me llamo así por mis cuadros! Pero la gente insiste en creer que fue antes el cuadro que yo.
P. Desde el nacimiento de su pintura esas formas son así…
R. Siempre hubo una tendencia al volumen muy grande. Cuando empecé eran así; y luego, cuando supe de la historia del arte, sentí que podía parecerme a la época azul de Picasso. Y enseguida me perdí en un bosque de cosas atractivas, monumentales y volumétricas, me encontré con Masaccio, Giotto o Piero della Francesca… Empecé a identificarme con esos artistas, pero en ningún momento dejé de creer que el camino que uno tiene es el verdadero. Pintar es crear un estilo; si hay convicción el estilo nace por sí solo.
P. Ha recibido muchas críticas por venderlos tanto…
R. La gente que ve un botero lo recuerda, se le graba en la mente. Yo lo veo a un kilómetro, y sí, la gente lo busca. Está mal que lo diga, pero soy el pintor vivo que más ha expuesto en el mundo, incluido China. Allí dicen: “¡Hasta los niños chicos reconocen un botero!”.
P. En esta exposición combina brindis que hacen personas de semblante triste, pero el colorido es muy alegre.
R. El arte debe producir placer, cierta tendencia a un sentimiento positivo. Tiziano o Botticelli tenían temas más bien amables, daban placer. Pero yo he pintado cosas dramáticas. Siempre he buscado coherencia, estética, pero he pintado la violencia, la tortura, la pasión de Cristo… Hay un placer distinto en la pintura dramática, la pintura misma. El gozo mayor de la pintura, la belleza, no pone a reñir lo dramático y lo placentero. El placer de la pintura es placer por sí mismo.
P. ¿Trabajar sobre la violencia cura de la violencia?
R. No tiene esa capacidad…
P. ¿Le cura a usted?
R. Sí, en cierta medida. Estaba obsesionado cuando las torturas en Abu Ghraib. Tardé un año en hacer los cuadros, me sentí liberado de aquella atrocidad moral que suponía tal injusticia. Y por eso lo hice. Pero el arte no corrige nada. Pasó luego en los cuadros que pinté sobre la violencia en Colombia. La violencia estaba allí. Siguió. Una generación se sacrificó, quedó la corrupción, la droga… Mi responsabilidad era pintar correctamente, con calidad plástica. Quitar esa herida no es cometido del arte.
P. Ahora se alivió violencia…
R. Pero siguen otras violencias. La delincuencia común está presente, los narcos persisten aunque con capos distintos y la droga seguirá mientras se consuma en Estados Unidos…
P. Usted hizo un monumento a la paz en Medellín y los terroristas lo despanzurraron.
R. Una paloma de la paz. Causaron 22 muertos y más de 100 heridos. Saltó en pedazos la paloma. Pedí que no la reconstruyeran, que la dejaran así, y la convertí en un monumento abstracto, al lado del cual volví a hacer otro homenaje a la paz… Esta semana van a dinamitar la casa de Pablo Escobar en Medellín para que no perdure ese recuerdo. Va a ser muy difícil borrarlo.
P. Y ahora la frontera con Venezuela está en grave conflicto.
R. Una situación muy delicada. Obviamente, Maduro es nefasto, pero que invadan un país, y sobre todo que lo invada Estados Unidos, con sus precedentes, convertiría este momento en un instante muy peligroso.


 TÍTULO: Ochéntame otra vez -Iñaki Arteta vuelve a abrir la caja de los recuerdos de las víctimas de ETA  ,.

  Jueves -28- Febrero  a las 22:35 en La 1, foto.

 Iñaki Arteta vuelve a abrir la caja de los recuerdos de las víctimas de ETA,.

El realizador se centra con un documental en 1980, el año más sangriento del terrorismo,.

Disturbios en la calle Miracruz de San Sebastián. Imagen del documental '1980'.95 asesinatos en un solo año, uno cada tres días, 200 atentados. 1980 fue el más sangriento de la larga carrera hacia la muerte del terrorismo etarra. Fue una ofensiva en toda regla contra la entonces joven democracia española – en 1977 se había aprobado la ley de Amnistia, un año después vino la Constitución y en 1979 salía adelante el Estatuto vasco-. La red de complicidades en la sociedad vasca con ETA, representantes de la Iglesia incluidos, era enorme. El silencio ante las víctimas, aterrador. El documental 1980 del realizador Iñaki Arteta, presentado en la sección Tiempo de Historia de la Seminci (Semana Internacional de Cine de Valladoli), abre la caja de los truenos más dolorosos. Lo explica bien Ignacio Ustarán, el hijo del dirigente de UCD de Álava, José Ignacio Ustarán que una noche de octubre de 1980 fue secuestrado en su propio domicilio, en presencia de sus cuatro hijos pequeños y de su mujer, y asesinado en el extrarradio de Vitoria. “Se abre la caja de los recuerdos y sale todo de nuevo. Nunca se hizo justicia”, dice Ignacio hoy ante las cámaras de Arteta. “Me acuerdo de la última mirada que nos dirigimos mi padre y yo, a través de una puerta semiabierta del cuarto donde los asesinos le tenían retenido”, añade Ustarán. Tenía 13 años y cuando los terroristas llegaron a su casa él se encontraba estudiando en su habitación.
“No se puede pasar página tan alegremente porque en esas cajas se guardan cosas terribles. Todos sabíamos lo que pasaba. La sociedad vasca dio la espalda a las víctimas, pero no solo ellos, también las instituciones y el Estado. Las víctimas fueron menospreciadas y olvidadas. Se sabía todo de los terroristas pero nada de las víctimas. Todavía estamos pagando las consecuencias de aquellos años. El propósito de este documental es mirar hacia el pasado y saber si todavía estamos amarrados a él, como los que apoyaron al terrorismo y ahora están en las instituciones vascas”, explica Arteta (Bilbao, 1959), que con 1980 vuelve a la carga contra el olvido de las víctimas, tras Voces sin libertad, Trece entre mil y El infierno vasco. El documental, producido gracias al lanzamiento popular del crowdfunding, tiene previsto su estreno el próximo mes de noviembre.
¿Porqué? ¿Cómo lo pudimos soportar? Aurelio Arteta, hoy catedrático de Filosofía Moral y Política, tenía 35 años en 1980 y era profesor. “ETA y los abertzales gozaban de cierto prestigio. Creíamos que la izquierda abertzale luchaba por la justicia social, más allá del pensamiento ideológico nacionalista, y no solo por la independencia. Esta confusión la pagamos muy cara, después de darnos cuenta de que no era así. Tardé mucho tiempo de darme cuenta de su maldad”, se lamenta Arteta.
Una maldad absoluta que empezaba con la muerte sin razón y se remataba con las acusaciones de chivato. Las familias tenían que esconderse avergonzadas. Los vecinos les negaban la piedad y el saludo. Como a Francisco Astoy, el hijo del policía municipal Ángel Astoy que cuando mataron a su padre, una noche de febrero de 1980 en Oñate (Guipúzcoa) tenía 19 años. “Le necesitaba mucho. Nunca pudo enseñarme esas cosas que no se aprenden en los libros. Le mataron porque hablaba con los guardias civiles del pueblo. Solo por eso. Yo trabajaba en una empresa de 200 trabajadores, solo dos de ellos me dieron el pésame. En el pueblo nos llamaban coreanos. Nos despreciaban. Solo nos quedaba una solución marcharnos o callarnos”. O como Susana García, hija de Jesús García, un hostelero de 43 años que mataron en Baracaldo, solo dos días antes de su programado viaje a Buenos Aires, tras meses de amenazas y acusaciones de ultraderechista. “Nadie en el instituto me volvió a dirigir la palabra en el año y medio que aguantamos en el pueblo antes de que nos marcháramos, buenos nos echaran. El único amigo que me quedó fue mi hermano. Yo tenía 14 años”, cuenta Susana García en el documental.
Víctimas, muchas víctimas, que todavía hoy les dan mil vueltas a las muertes. Arrate Zurutuza es la viuda del enterrador Luis Domínguez al que mataron en Vergara (Guipúzcoa) “acusado” de enterrar a los guardias civiles que la propia organización terrorista asesinaba. “Era el enterrador. Era su trabajo”, cuenta Zurutuza a las puertas del cementerio donde reposa el cuerpo del padre de sus cinco hijos.
Arteta está decidido a luchar contra el olvido de las víctimas, a militar para que no quede ni un hueco de silencio. “Ahora nos dicen que tenemos que mirar hacia adelante, olvidando el pasado. No se puede pasar página. La sociedad vasca arrastra todavía la enfermedad del terrorismo. Hay que mirar de frente el sufrimiento. Todos somos parte de nuestro pasado”,.

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