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domingo, 30 de abril de 2017

EN PRIMER PLANO - A FONDO - LA BRUJULA ONDA CERO RADIO -El 'hacker' ruso más buscado por el FBI./ REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - LA LINTERNA LA COPE - EL PRINCIPE Y YO,./ EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - EL DÍA QUE NOS INVADIERON LOS INGLESES,.

TITULO:EN PRIMER PLANO - A FONDO - LA BRUJULA ONDA CERO RADIO -El 'hacker' ruso más buscado por el FBI.
 

LA BRUJULA ONDA CERO RADIO,.
 

 La Brújula es un programa de radio de la emisora española Onda Cero, presentado y dirigido por David del Cura. Es el tercer espacio en audiencia en la franja nocturna, retransmitiéndose entre las 20 y las 24 horas, tiempo que dedica a un análisis de la actualidad, el deporte, la economía (con el espacio denominado La Brújula de la Economía) y el debate político.

EN PRIMER PLANO - A FONDO - El 'hacker' ruso más buscado por el FBI.

El 'hacker' ruso más buscado por el FBI. fotos.

Estados Unidos ofrece una recompensa de tres millones de dólares por su captura, la cifra más alta jamás ofrecida por la ‘cabeza’ de un cibercriminal. Y es que Evgeniy Bogachev no es solo el ladrón más escurridizo de internet, el FBI también sospecha que trabaja para Putin.

Se llama Evgeniy Bogachev, aunque durante casi una década solo se conocían sus alias: LUcky12345, Slavic… la prensa lo ha bautizado como Fantomas.
Fantomas es el villano de las películas de Louis de Funès, al que se da un aire. Es ruso y tiene unos 30 años, aunque empezó su lucrativa carrera delictiva cuando era un mozalbete con bastante más pelo en la cabeza que la calva rapada que luce ahora en las fotos.
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El perseguidor: Keith Mularski es el jefe del cibercomando del FBI en Pittsburgh, un ex vendedor de muebles que se enroló en los federales y consiguió convertirse en administrador de un foro de hackers, lo que llevó al arresto de 60 cibercriminales en 17 países. Mularsky se obsesionó con Bogachev
No se esconde. Vive tan ricamente en Anapa, una ciudad turística a orillas del mar Negro. El FBI, que lo persigue desde 2009, lo tiene localizado. Sus agentes incluso han chateado con él. Pero a Bogachev no parecer quitarle el sueño ser la obsesión de los federales o el ‘pastizal’ que ofrecen por echarle el guante. No teme que alguien lo delate. Goza presuntamente de la protección del Kremlin. Se supone que como una recompensa a los servicios prestados. Además, no hay acuerdo de extradición entre Rusia y Estados Unidos. ¿Por qué Bogachev vale tres millones de dólares? El FBI lo acusa de catorce delitos relacionados con el cibercrimen. Ha robado unos cien millones de dólares de cuentas bancarias estadounidenses. Y en el apogeo de su carrera criminal ‘ordeñó’ un millón de ordenadores ‘zombis’ repartidos por todo el mundo, infectados por un virus del que es creador, en los que entraba como Pedro por su casa, cambiaba las claves y luego pedía una recompensa a sus dueños por devolverles el control de sus archivos.
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El perseguido: el FBI tiene localizado a Bogachev en la ciudad rusa de Anapa, pero no hay extradición posible, a menos que Putin quiera… y, obviamente, no quiere. A él le gusta posar con su mujer con la que tiene dos hijos
Pero en círculos relacionados con la seguridad informática no es considerado solo uno de los ladrones más eficaces y escurridizos de la historia de Internet. Se da por hecho que fue reclutado por los servicios de inteligencia rusos y que puso sus habilidades al servicio del Gobierno de Vladimir Putin a cambio de impunidad. Una moderna patente de corso.
No hay pruebas de que Bogachev fuera uno de los ‘fontaneros’ que influyó en las pasadas elecciones de Estados Unidos, pero es muy sintomático que una de las últimas decisiones de Barack Obama, antes de dejar la Casa Blanca, fuera incluirlo en la misma lista negra que 35 diplomáticos, cuatro espías, dos agencias y tres compañías tecnológicas -todos de nacionalidad rusa- sospechosos de «manipular, alterar o recabar indebidamente información para interferir en el proceso electoral».

Atracadores del XXI

Pero Bogachev es una caja de sorpresas. Básicamente es un atracador, aunque con el tiempo fue aumentando la gama de sus fechorías. Bogachev es el inventor de un troyano -un virus que se introduce subrepticiamente en un ordenador- llamado Zeus, que utiliza la técnica del phishing. Este método consiste en el envío de correos electrónicos que suplantan a entidades financieras y redirigen a sus víctimas a un enlace falso. El ordenador infectado pasa entonces a formar parte de una botnet, una red que Bogachev podía controlar.

Ha robado unos cien millones de dólares en cuentas bancarias de Estados Unidos y se infiltró en un millón de ordenadores

Una vez que accedía al ordenador, Zeus hacía estragos. El virus conseguía las contraseñas y vaciaba las cuentas bancarias de la víctima. Luego perpetraba un ataque masivo de denegación de servicio contra la entidad bancaria para evitar que los clientes robados se dieran cuenta inmediatamente. Así consiguió los mencionados cien millones. Pero no era el único nicho de negocio. En el caso de que el propietario del ordenador no tuviese expuestos los datos de su cuenta, Bogachev tenía otra manera de sacarle pasta. Para hacerlo, instalaba CryptoLocker, otro virus que se encargaba de cifrar los documentos del usuario, al que no le quedaba más remedio que pagar un rescate en bitcoins si quería volver a tener acceso a ellos. Es lo que se conoce como ransomware. Se estima que alrededor de 234.000 computadoras -de particulares, empresas y cargos públicos- fueron víctimas de CryptoLocker en todo el mundo. Teniendo en cuenta que cada afectado tenía que pagar entre 300 y 700 euros para recuperar sus archivos, se calcula que Bogachev se embolsó al menos otros 70 millones.
El perseguido El FBI tiene localizado a Bogachev en la ciudad rusa de Anapa, pero no hay extradición posible, a menos que Putin quiera... y, obviamente, no quiere. A él le gusta posar con su mujer -con la que tiene dos hijos-, con sus gatos o luciendo un pijama con estampados de leopardo.
Los compinches del ‘hacker’: residían en los alrededores de Donetsk, al este de Ucrania. Identificaron a Alexey Bron, conocido como Thehead, que era el que movía el dinero. A Ivan Klepikov, Petr0vich, especialista en gestión de dominios web. Y a Vyacheslav Penchukov, un conocido DJ apodado Tank
De ambas técnicas delictivas –phishing y ransomware-, Bogachev fue un pionero. En la actualidad existen cientos de miles de versiones. Zeus se generalizó, se compartió en los foros de la deep web. Bogachev se permitió la humorada de liberar el código original. Y en 2010 anunció [falsamente] que se retiraba.
Pero Bogachev siempre alardeó de su profesionalidad. Diseñó una versión muy avanzada del virus, que vendía en Internet por 10.000 dólares. La llamó GameOver Zeus. Cada comprador tenía una llave de seguridad propia. Y Bogachev trataba a su clientela con esmero. Incluso tenía una especie de servicio posventa y resolvía cualquier problema técnico. Y se dirigía a sus socios como si fuera el CEO de una multinacional, con discursos sobre planes y objetivos. Se hacían llamar The Business Club. Y eran al menos unos 50 hackers.

La persecución

Un equipo del FBI en Omaha (Nebraska) -donde Bogachev había dado un ‘palo’ en un banco local- consiguió la primera pista fiable en 2009. Identificó un servidor en Nueva York que operaba para Zeus. Necesitaron meses para descifrar los datos. Contenían decenas de miles de mensajes en ruso y ucraniano. Tirando del hilo, el FBI consiguió destapar una red de ‘mulas de dinero’. Personas reclutadas por Bogachev para blanquear el producto de sus robos. Casi todos eran estudiantes y jóvenes inmigrantes del Este. Abrían una cuenta en un banco norteamericano con unos pocos dólares, al cabo de unos días volvían y retiraban una suma de dinero de esa cuenta, que había sido transferida desde otra cuenta hackeada por Bogachev. Esa suma nunca era superior a 9000 dólares, porque por encima de esa cantidad los bancos tienen la obligación de informar a las autoridades. Las ‘mulas’ se quedaban con un 5 por ciento y el resto lo enviaban a una cuenta de Bogachev o de sus secuaces en un paraíso fiscal. Los mensajes contenían referencias de cientos de víctimas… El FBI comenzó a llamar a las empresas e instituciones afectadas, para alertarlas del fraude. Algunas compañías habían despedido a empleados que creyeron sospechosos de los robos, pues las operaciones se habían realizado desde sus ordenadores. Desconocían que estaban infectados y que pertenecían a la red ‘zombi’ de Bogachev, según cuenta el experto Garret Graff en la revista Wired. El FBI siguió indagando y comprobó que había redes de ‘mulas’ similares en otros cinco países. Reino Unido, Rusia, Ucrania, República Checa y Rumanía. Fueron desmanteladas. Pero Bogachev encontró la manera de transferir el dinero a cuentas bancarias en China sin necesidad de intermediarios.

EL FBI descubrió que recopilaba información sensible de Ucrania, Siria… Obama lo incluyó en la lista de sospechosos de interferir en las elecciones

Mientras tanto, el equipo que se dedicaba a descifrar el chat consiguió hacer los retratos robots de algunos de los socios de Bogachev… Hubo 39 arrestos en cuatro países. Pero el FBI no pudo capturar ni a Bogachev ni a sus principales compinches.

Los ‘hackers buenos’

De repente, se desató una guerra generalizada contra la banda. Pero fueron dos jóvenes ingenieros los que, por su cuenta, casi tumban el tinglado de Bogachev. Y solo por el prestigio de conseguirlo. Hackers ‘buenos’ que se consideran a sí mismos los guardianes de Internet. Tillman Werner, de la firma CrowdStrike, y Brett Stone-Gross, de Dell. Consiguieron redirigir el tráfico de la red de Zeus hacia un servidor propio. Ya tenían el 99 por ciento de los ordenadores bajo su control… Pero Bogachev actualizó su virus, recuperó las riendas y hasta se mofó en un chat. Nueve meses de trabajo al garete.
Sin embargo, esa intentona llamó la atención de Keith Mularski, jefe del cibercomando del FBI en Pittsburgh, que se obsesionó con Bogachev. Consiguió colaboración internacional. En 2014, Mularski logró tumbar el servidor central de Zeus. Pero Bogachev no se quedó quieto. Y apareció otro servidor en Ucrania… Y así hasta una docena más. Fueron 60 horas de batalla entre el equipo de ingenieros reclutado por Mularski y el hacker ruso, que al final se tuvo que rendir. Y ceder el control del millón de ordenadores secuestrados, aunque todavía hoy hay unos 5000 infectados.
Por las mismas fechas, Rusia invadió Crimea. Y los agentes del FBI descubrieron con sorpresa que Bogachev había recopilado información sensible de los sistemas informáticos de Ucrania, pero también de Georgia, de Turquía, de Siria… Y especulan que el Kremlin le había permitido desarrollar su carrera delictiva, y eventualmente lo había protegido, a cambio de sus servicios. Estados Unidos tiene a nueve fiscales trabajando para conseguir su extradición. De momento, en balde.

  TITULO:  REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - LA LINTERNA LA COPE - EL PRINCIPE Y YO,.

  LA LINTERNA LA COPE .

La linterna es el programa de radio informativo,político y económico, cultural y de debate nocturno de la Cadena COPE. Dirigido y presentado desde 2009 por Juan Pablo Colmenarejo, se emite de lunes a viernes de 19:00 a 00:00 horas, correspondiendo la última hora de los viernes a La linterna de la iglesia, dirigida y presentada por Faustino Catalina.
 

 REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA -
EL PRINCIPE Y YO,.

 EL PRINCIPE Y YO,.

fotos,.

Mi vida con Prince,.

Mayte García era una bailarina de 16 años cuando conoció a Prince. Un año después de su muerte, la primera esposa del genio del pop lo cuenta todo sobre sus años con él. Sexo, amor y los dos trágicos embarazos que acabaron por separarlos.

Aquella Navidad, Prince se sentía solo.
Su Majestad Púrpura era una de las principales estrellas del pop planetario. Y aunque llevaba algún tiempo sin lanzar un álbum rompedor, acababa de firmar un contrato descrito como el más lucrativo en los anales del negocio musical. Prince tenía amigos, admiradores y un sinfín de mujeres que se echaban en sus brazos. Sin embargo, en los últimos días de 1992, con 32 años, se encontraba arrumbado en Miami, deseando ver a su última musa, una corista adolescente que estaba pasando unos días en Puerto Rico con su abuela.

“Sí, era controlador y me robaba el rímel, pero conmigo fue siempre muy tierno”

Mayte García tenía 16 años la primera vez que vio a Prince. En las nuevas y reveladoras memorias sobre su vida en común, The most beautiful, García describe así su reacción tras verlo actuar en directo en Barcelona en 1990: «Mi mundo nunca más volvió a ser el mismo».
Por supuesto, la joven no creyó a Prince cuando este le dijo que iría a verla desde Florida. Pero lo hizo. Apareció en la modesta casita de la abuela Mercedes vestido como era su costumbre. «Nada de ropas sobrias», explica Mayte. Llevaba maquillaje y perfume de mujer. Y recuerda todavía el sonido que hacían sus tacones sobre el suelo enlosado. Prince no hablaba una sola palabra de español, pero charló con la familia «de forma muy respetuosa».
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Estudio, hogar y, tras su muerte, museo; Prince construyó Paisley Park tras el éxito de Purple rain. En la Foo Foo Room (foto) guardaba sus premios y los master de sus grabaciones
Esa noche, Mayte fue a su hotel y lo encontró en su habitación, sentado en lo alto de un piano y contemplando el océano. «Voy a cambiarme el nombre», anunció a la recién llegada. ¿Qué nuevo nombre iba a adoptar? El músico señaló un símbolo de la portada del álbum en el que había estado trabajando. Aquella cosa. «Estoy seguro de que serás la única que no tratará de convencerme de que no lo haga». Mayte sonríe al recordarlo. «Pensé que era un capricho pasajero». Pero no fue así. Poco después la estrella pasó a ser «el artista anteriormente conocido como Prince». Más tarde ella se convertiría en su primera esposa y en la madre de su hijo. Pero, aquella noche en Puerto Rico, él no trató de seducirla. Sencillamente había aparecido para saludarla y ver cómo estaba.
Mayte se enteró de la muerte de Prince el 21 de abril del año pasado. Para entonces llevaban años sin verse. Sentada en su coche estacionado junto a una autovía de Los Ángeles, la ciudad donde vive, respondió a un mensaje de la segunda exmujer del cantante, Manuela Testolini, que le pedía que la llamara. García recuerda que gritó «¡no!» al enterarse de que Prince había muerto por sobredosis accidental de fentanilo.
Mayte se ha tomado su tiempo para contar cómo era el Prince Rogers Nelson que ella conoció. Un hombre que en poco recuerda al Prince de las revistas. Sí, era controlador y estaba obsesionado con la música. Sí, era propenso a robarle el rímel del bolso y hacía que sus estilistas retocasen las ropas de Mayte para que le sentaran bien a él. Pero Prince también era deportista, ingenioso y tenía sentido del humor. «Soltaba más juramentos que un camionero», era un amante considerado y «un romántico incurable».

El día que lo quemó todo

Mayte tiene ahora 43 años y trabaja como profesora de danza del vientre. En su muñeca izquierda luce un gran tatuaje con el símbolo de Prince entrecruzado con la inicial de su propio nombre. Es el mismo monograma que estuvo omnipresente en Paisley Park -el gigantesco complejo residencial de Prince en Minneapolis- hasta que el matrimonio se fue a pique. Ese día, la estrella quemó todo cuanto le recordara a Mayte, incluida la urna con las cenizas del hijo que tuvieron, Amiir, muerto poco después de nacer.

“Hay muchas mujeres -le dijo el cantante- que están celosas de ti porque eres virgen”. Él esperó a que fuese mayor de edad

Mayte se hizo el tatuaje dos semanas después de la muerte de Prince. Todavía habla de la estrella en presente. Y aún llora por las noches, en parte por su compañero fallecido, en parte por los dos hijos que no sobrevivieron (un segundo embarazo acabó en aborto natural).
Mayte nació en una base militar en Alabama. Su padre era piloto y su madre, profesora de baile. A los siete años ella misma ya se ganaba un dinerito con la danza del vientre. Fue más o menos a esa edad cuando un amigo de la familia empezó a abusar sexualmente de ella. «Creo que fue uno de los motivos por los que conservé la virginidad y no salía con los chicos».
Años después trasladaron a su padre a Europa y hasta allí lo siguió toda la familia. Por entonces, la verdadera fan de Prince era su hermana; fue ella quien la convenció para ir a su concierto en Barcelona. Cuando Mayte vio a Prince en el escenario, todo cambió de golpe. «Pensé: tengo que conocerlo y tengo que bailar para él».
Mayte García, primera esposa de Prince, posa embarazada para su marido. El bebé, Amiir, nació con síndrome de Pfeiffer tipo 2, sin párpados ni ano, y apenas vivió una semana
estilo, gente, prince, mayte garcía, xlsemanalSu madre ideó un plan para que Prince la contratara como bailarina. Sabía que la estrella iba a pasar por Alemania al mes siguiente y obligó a su hija a grabar un vídeo, que lograron entregar a uno de los miembros de la gira. La estrategia surtió efecto. Prince estaba interesado en conocerla. Mayte tenía seguridad en sus dotes como bailarina y se sentía «completamente serena» cuando fue a encontrarse con Prince. El cantante medía 1,57, era más bajito que ella, pero calzaba botines con tacón, de forma que sus miradas se cruzaban. El cantante dijo que la cinta le había gustado y preguntó: «¿De verdad tienes 16 años?». «Me sentía orgullosa de ser tan joven», recuerda ella.

Comer palomitas y…

Mayte cree que en el interés de Prince por ella no había ningún matiz dudoso. La invitó a su suite presidencial en un hotel de Fráncfort, pero no hicieron más que comer palomitas y mirar otras cintas en las que ella aparecía bailando.
Fue el comienzo de una sorprendente amistad: aquel hombre conocido por su fijación con el sexo telefoneaba casi todos los días a una colegiala a la que enviaba vídeos de sus últimos trabajos y, de vez en cuando, billetes de avión en primera clase y entradas vips para sus conciertos.

“Al ver a nuestro bebé recién nacido, el rostro de Prince pasó de la alegría al terror más absoluto”

En 1992, Mayte entró a formar parte del cuerpo de baile de Prince. Pero su relación seguía siendo solo amistosa. Un día, el cantante le envió una nota en la que le explicaba la razón de que la quisiera y apreciara tanto. «Tú no tienes una historia detrás». La nota proseguía así: «Yo [el artista, de hecho, dibujó un ojo] no sé cómo decírtelo. hay muchísimas mujeres que están celosas de ti por el hecho de que eres virgen».

Prince y García en la gala de entrega de los premios del canal musical VH1, en 1995, poco antes de quedarse embarazada por primera vez. Eran buenos tiempos para la pareja
estilo, gente, prince, mayte garcía, xlsemanalDesde que cumplió los 18 años, Mayte quiso que su amistad fuera a más. Aunque ya pasaban algunas noches juntos, «nunca llegábamos por debajo del cinturón». Y entonces, durante la grabación de un vídeo, él le dijo que había llegado «el momento». Una semana más tarde, Mayte anotó en su diario. «9 de febrero de 1993. Ya no soy virgen».

23 posturas diferentes

En su libro, Mayte se muestra discreta en lo tocante al sexo. Pregunto qué tal era acostarse con un hombre que había cantado sobre 23 posturas diferentes en un encuentro de una noche. «Muy muy tierno -responde-. No puedo hablar por las demás mujeres. Pero conmigo siempre fue muy tierno, atento y dulce. Es verdad que yo en escena bailaba con unas esposas puestas, pero entre nosotros no había nada de todo eso».

“Manuela, su segunda esposa, y los testigos de Jehová hicieron una campaña para separarlo de mí”

Prince no le cantaba en la cama, pero sí solía poner su propio tema Let’s have a baby cuando estuvieron empeñados en concebir. Llevaba rímel y colonia de mujer, «pero era muy masculino», dice.
Para Mayte, Prince tenía dos personalidades. Por un lado estaba su «insaciable obsesión por el sexo», pero ella nunca llegó a ver a ese Prince. «Yo veía a mi compañero. Que nunca hacía cosas raras. Me quería. Me respetaba». No envidiaba a las mujeres que satisfacían aquel otro aspecto de su personalidad. «Él a mí me tenía en un pedestal».
Se casaron en 1996 en una iglesia de Minneapolis. El embarazo llegó rápido y los meses previos al nacimiento de su hijo fueron «una maravilla». Prince aprendió todo cuando pudo sobre el asunto. El día que le iban a hacer la cesárea, él apareció vestido de enfermero.
Pasamos a lo que sucedió a continuación, y Mayte de pronto está al borde de las lágrimas. «Me resulta durísimo», dice. Cuando el pequeño Amiir vino al mundo, el rostro de Prince mostró una alegría que ella nunca antes había visto…, pero, al cabo de unos segundos, su expresión pasó a reflejar «el terror más absoluto».
Su hijo había nacido con el síndrome de Pfeiffer tipo 2, una dolencia genética que causa terribles anomalías. Las manos y los pies de Amiir daban la impresión de estar palmeados; no tenía párpados ni tampoco ano. Solo vivió una semana, y el sufrimiento no pudo ser más intenso. «Sentía que había fallado; que le había fallado a él, que había fallado a los dos». Perdidamente enamorada de su marido, afirma: «Si me hubiera pedido que me tirara por un precipicio con él, lo habría hecho». Prince hizo todo lo posible por ayudar a su mujer, pero Mayte cree que aquella tristeza hizo que él se convirtiese en testigo de Jehová.

Estudiando la biblia

Cuando perdieron a su segundo hijo por un aborto, Prince fue menos comprensivo. Mayte pensó en salvar su matrimonio con una adopción, pero la nueva fe de Prince lo llevó a pensar que sus penalidades eran un castigo divino.
Mayte se marchó a vivir temporalmente a España, pero él apenas la visitaba. La estrella pasaba cada vez más tiempo con Manuela Testolini, parte de su grupo de estudio de la Biblia. Con el tiempo, «esa gente de los testigos» se salió con la suya, tras montar «una campaña en toda regla para que se separase y se alejase de mí», afirma. Se divorciaron en 2000.
«No sé cómo pude superar aquello», dice entrecerrando los ojos. Cuando se casó, a los 18 años, tenía una desahogada posición; tras el divorcio no tenía casi nada. Dio por sentado que Prince le echaría una mano si un día necesitaba ayuda. Ahora que ha muerto, se siente «devastada». Lo que más le extraña es la ausencia de un testamento. «Cuando estuve casada con él, había hecho uno», asegura.
2016-04-23 00:00:00 CHANHASSEN, MN - APRIL 23: Mementos left by fans are attached to the fence which surrounds Paisley Park, the home and studio of Prince, on April 23, 2016 in Chanhassen, Minnesota. Prince, 57, was pronounced dead shortly after being found unresponsive April 21 in an elevator at Paisley Park. Scott Olson/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY ==A partir de 2000 Mayte tuvo varios novios; fue conocida su relación con Tommy Lee, antiguo esposo de Pamela Anderson y músico del grupo Mötley Crüe. Pero nadie llegó a ocupar el vacío que había dejado Prince, su primer amor y el padre de su hijo muerto. El fallecimiento del artista la pilló completamente desprevenida. A Prince, en los últimos tiempos, «lo mantenían completamente apartado» de la gente, y ella ya no formaba parte «del círculo», por lo que no tenía idea de lo mucho que dependía de los opiáceos para combatir el dolor crónico provocado por sus atléticas proezas en el escenario.
Prince falleció el 21 de abril de 2016. Tenía 57 años. Nada más conocerse su muerte, los fans colocaron todo tipo de objetos para homenajearlo en la valla de Paisley Park, su mansión en Chanhassen (Minnesota)
Durante el decenio que pasó a su lado nunca le vio tomar drogas. Siempre tenía un bolso negro a mano, pero ella creía que dentro había vitaminas, maquillaje, una Biblia y dinero. «Eso sí -recuerda-. Hubo algunos incidentes inquietantes, en los que se comportó de modo extraño… Varias veces me dijo que se sentía enfermo o que tenía migraña. Al pensarlo ahora, me doy cuenta de que era algo más. Por entonces no me daba cuenta. Quizá porque no quería darme cuenta».

  TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - EL DÍA QUE NOS INVADIERON LOS INGLESES,.

  EL DÍA QUE NOS INVADIERON LOS INGLESES,. 

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Querida Daisy, my darling. Prometí contarte, al término de la campaña, cómo habían ido las cosas. Y aquí me tienes. Cumpliendo mi palabra.
Al alba y con viento de Levante, como sabes, zarpó la flota británica para defender Gibraltar de esa España poblada por sucios meridionales –follaburros, según nuestro tabloide The Sun– que en las novelas marítimas de Dudley Pope siempre son cobardes y huelen a ajo.
Fue emotivo, si eras inglés. Allí estabas tú, ondeando el Victoria’s Secret a modo de despedida. Daba gusto vernos: el portaaeronaves Dumbo hacia las nuevas Malvinas ibéricas, y la flota cargada de blindados y de gurkas, con toda Gran Bretaña despidiéndonos, tremolando banderas como en los buenos tiempos. Y mientras, en el Peñón, con el casco puesto y los dientes apretados, los llanitos miraban desde sus trincheras hacia el mar, esperando ver aparecer nuestro socorro. Resueltos a vender cara su independencia. Con dos cojones.
Durante la navegación veíamos la tele para analizar los preparativos del enemigo. Respirar su ambiente bélico. Y la verdad que fue sorprendente. Ese diputado de Podemos argumentando su rechazo a tomar las armas porque la guerra es un acto fascista. Esa diputada del Pesoe afirmando que repeler una agresión británica era violencia de género, pues entre las tropas británicas había mujeres soldado. Ese diputado de Ciudadanos condicionando su apoyo a la defensa nacional a que dimitiera la ministra de Defensa. Un zumbado joven y con barba, de Ezquerra –sospecho que hasta las trancas de sherry– pronunciando un discurso confuso en el que me pareció entender algo así como Gibraltar me la sopla y nos veremos en el infierno. Y el presidente Rajoy asegurando que España debía defenderse pero lo mismo no debía, y mientras el Tribunal Supremo y el Tribunal de Estrasburgo decidían la cosa, pues quizá, o tal vez, o ya veremos. Y en el ayuntamiento de Madrid, una pancarta grande colgada: Welcome refugees and british troopers. Así todo el rato, querida. Te lo aseguro. Amazing, o sea. Pintoresco.
Debo confesar que mis camaradas de armas y yo empezamos a mosquearnos cuando, al llegar a las aguas territoriales españolas, nos salió su flota al encuentro. En realidad lo que salió fue una fragata de segunda mano –según nuestro servicio de inteligencia, montada con piezas tomadas de otros barcos en desguace– que se mantuvo a distancia, sin disparar un cañonazo, ni nada. Pudimos interceptar sus comunicaciones con el mando. «Permiso para atacar», decía su comandante. «Observe e informe», le respondían. «Son un huevo de ingleses –insistía el marino–. Solicito permiso para atacar». «Observe e informe», le decían los otros. Y así todo el rato. Al fin, colmada su paciencia, el comandante transmitió a Madrid: «Me voy a cagar en vuestra puta madre». Y Madrid respondió: «Vuélvase al puerto, Manolo. Y no joda». Y eso fue todo.
Y así llegamos a la zona de desembarco, que era una playa cercana a Gibraltar. Allá fuimos, arma en ristre, dispuestos a dar la vida por Gran Bretaña, y en vez de encontrarnos con el enemigo nos encontramos a dos guardias civiles mirando de lejos, tomándose una cerveza en un chiringuito de la playa, y a toda la colonia inglesa en España, o sea, unos setecientos mil fresadores de Manchester jubilados, amontonados allí para recibirnos, agitando banderas británicas y borrachos hasta las patas, ofreciéndonos vasos de sangría y taquitos de jamón y queso. Y, encima, resultó que todas las compañías lowcost británicas habían desviado sus vuelos a la zona para celebrar el evento, y las playas y los hoteles cercanos estaban petados de turistas y hooligans vomitando cerveza y bailando música discotequera, haciendo calvos y tirándose por los balcones a las piscinas, desnucándose en su mayor parte, los hijoputas.
Así que, mi amor, lamento comunicarte que fuimos a la guerra pero no encontramos contra quién. La Legión, que es lo mejor que tienen, estaba en Málaga a las órdenes de un tal Antonio Banderas, sacando a no sé qué Cristo en procesión. Y el resto estaba apagando incendios forestales o en misiones humanitarias. Así que me acerqué a los guardias civiles del chiringuito, más que nada por cubrir el expediente bélico. Y cuando les dije: «Vengo a invadir», el más viejo, un cabo, me miró con guasa y replicó: «Pues tú mismo, compadre», y me ofreció un botellín fresquito. Y las cosas como son, my darling. Era una cerveza cojonuda.

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