DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES -Yo entraría por Piedras Albas, fotos,.
Yo entraría por Piedras Albas,.
Puigdemont llegaría en un taxi de Ceclavín cargado de morcillas,.
La vigilancia se centra en la frontera francesa, en los aeropuertos y en los puertos, pero si yo fuera Zoido, no descartaría la frontera portuguesa, que, además de ser la más antigua del mundo, cuenta con los pasos fronterizos más perdidos, menos vigilados y más raros que imaginarse pueda. Y si yo fuera Puigdemont, desde luego no lo dudaría: ningún sitio como la Raya para elevar el listón de su protagonismo mediático y su salto al estrellato de los personajes más singulares y caricaturescos de nuestra historia, un papel que ya tiene asegurado, pero que debería culminar con una entrada en España en tirolina por la frontera entre Alcoutim y Sanlúcar de Guadiana.
El vídeo de Puigdemont volando durante 700 metros sobre el Guadiana, con su lazo amarillo y su melena al viento y gritando: «Ja soc en El Andévalo» que así se llama esa comarca onubense, sería la estrella del prime time de TV3. Además, daría una colleja al ministro Zoido en su propia casa pues sabido es que el responsable de Interior es oriundo de la zona, en concreto de Fregenal.
La Raya hispano-portuguesa ha sido históricamente un lugar muy útil para escapar o entrar en España sin que nadie se entere. El caso más cercano en el tiempo es el del periodista Manu Leguineche y sus colegas madrileños, que en abril de 1974 entraron en Portugal por la frontera de Piedras Albas, una aduana donde ni guardiñas ni policías parecían conocer los acontecimientos de Lisboa y los dejaron pasar sin ponerles las trabas que sí estaban poniéndose en Caia, Fuentes de Oñoro o Tui.
Claro está que el colmo del despiste lo ostenta el pueblo fronterizo alentejano de Barrancos, donde se enteraron de la Revolución de los Claveles con seis meses de retraso. Igual no se han enterado aún del 'procés' y es otro buen sitio para cruzar de incógnito.
No creo que Puigdemont pueda encontrar una antología de lugares mediáticos para entrar en España como la que le ofrece la Raya. Tiene donde escoger para seguir acaparando portadas. Imagínense su foto cruzando la frontera de incógnito por el puente internacional más pequeño del mundo, el de El Marco en La Codosera, o entrando en la casa rural internacional de La Fontañera (Valencia de Alcántara) por la puerta que da a Portugal para salir por la puerta que da a España. Otra foto trending topic sería la del personaje cruzando el azud de Zarza la Mayor, con las aguas del río Erjas encabritadas y amenazando con engullirlo.
El problema es cómo ir desde la frontera extremeña hasta Barcelona sin que lo pillen. Sabemos que Puigdemont piensa que los extremeños no somos tan sofisticados y modernos como los mundos de yuppie que él cree habitar, pero precisamente por nuestro pragmatismo ruralizante tenemos recursos que vendrán muy bien a su juego del gato y el ratón. Me refiero a un taxi que hace la ruta Ceclavín-Granollers todas las semanas cargado de lomos, chorizos, morcillas, quesos de cabra, aceite y vinos de pitarra ceclavineros. Disfrazado de chacinero o quesero de Ceclavín y bien alimentado durante el viaje, Puigdemont podrá llegar a su destino sin que Zoido se entere. Solo correrá un riesgo: las morcillas perejileras, boferas y patateras del pueblo de mi madre son tan contundentes y auténticas que, tras ocho horas de viaje en compañía de su aroma, son apaces de convencer a Puigdemont de que ha llegado la hora de dejar de hacer el tonto y centrarse en lo que de verdad importa.
¿Qué hace un marido a las 8?,.
Son las mujeres extremeñas quienes leen y van al cine y a la ópera,.
Lo que más me gusta del cine son los momentos previos: llegar pronto, coger una entrada de butaca que dé al pasillo y sentarme a esperar la hora de la película en una mesa en penumbra, donde leo la prensa. Los Multicines Cáceres son muy particulares porque, además de fomentar la visión de largometrajes, fomentan la lectura de periódicos: tienen en la barra del ambigú varios diarios y las paredes son un tablón de anuncios donde se pueden leer las críticas aparecidas en prensa sobre cada estreno.En ese ambigú, el ambiente es muy agradable, reina el silencio y en las mesas se ven señoras maduras, solas o con alguna amiga, que leen crónicas y reportajes o se han traído un libro y entretienen la espera con una pasión de lectoras que te reconcilia con las estadísticas. Es que ya saben que los datos sobre Extremadura y su relación con la cultura son descorazonadores: somos los que menos leemos, los que menos vamos al cine, los que menos acudimos a espectáculos...
Sin embargo, en el ambigú de los Multicines está representada una Extremadura culta, educada, refinada en las costumbres, que habla en voz baja y mantiene conversaciones en torno a películas, noticias de prensa y proyectos para los próximos días: asistir a un musical basado en una novela de Noah Gordon, no perderse el concierto de la Orquesta de Extremadura, volver al cine a ver la de Churchill, la del Washington Post, la de la señora que lucha contra la policía inoperante de su pueblo... O sacar entradas para la ópera.
Sí, en los cines de Cáceres se celebra una temporada de ópera en directo que se ha convertido en un hábito exquisito con un público fiel. Las óperas se retransmiten en directo desde la Royal Opera House de Londres, desde la Ópera de París, el Gran Teatre del Liceu, La Scala de Milán o el Real de Madrid. Hay abonos, las entradas se compran con antelación y en los descansos se sirven copas de cava. Dirán ustedes que eso no es ópera en directo, sino un sucedáneo, pero no crean, es un espectáculo auténtico, sin artificios, y cuando se apagan las luces de la sala y comienza a sonar la obertura, las emociones de quienes de verdad aman este arte tan completo se disparan con la misma intensidad que si estuvieran en una butaca de la Semperoper de Dresde o el Bolshöi de Moscú.
El ambigú de los Multicines me reconcilia con el entorno y me recuerda que Cáceres y Extremadura son como cualquier otro lugar de Europa, con sus lectoras de novelas y sus lectoras de periódicos, sus cinéfilas y sus apasionadas de la ópera, del ballet y de los documentales de arte, que todo eso se proyecta en la pantalla.
Sí, ya ven, solo utilizo el género femenino y no es por exageración feminista ni por corrección política, sino porque es la realidad. En el ambigú culto, literario y cinéfilo de los Multicines, solo se ven señoras. Son ellas quienes toman un descafeinado, disfrutan de la lectura y la conversación y hacen planes para asistir a conciertos y conferencias. ¿Qué harán sus maridos? Quizás se hayan quedado viendo la Champions, pero estos días no hay Champions y, ¡caramba!, cambiar a Spielberg por un Leganés-Real Madrid parece excesivo. ¿Qué hacen los hombres en Cáceres a las ocho? ¿Por qué no van al cine con ellas o como ellas, por qué no están en el ambigú leyendo «Patria» o leyendo el HOY como hacen ellas?
Baroja era un gran novelista, pero como futurólogo era un desastre. Despreciaba a las señoras cultas y amantes de las novelas como si fueran lectoras menores, público sin interés. Cuando le decían que se estaban vendiendo muchos libros gracias a las mujeres, él comentaba con displicencia: «¡Ah, si leen esas!». A veces, algún marido me deja claro con displicencia barojiana: «Mi mujer te lee», que es una manera de decirme que ellos no me leen y que solo escribo cosas menores para señoras. Pero yo me emociono complacido porque gracias a sus mujeres, gracias a «esas», sigue habiendo cine, ópera, ballet, ambigús, novelas y hasta periódicos.
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